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Stephen Hawking me dejó preocupado
Uno de los científicos más destacados del siglo XX, y de lo que va del siglo XXI, es Stephen Hawking, nacido en 1942, de origen inglés, quien en una reciente participación en un documental de Discovery Channel argumentó que considera "perfectamente racional" que pueda existir vida inteligente en otros planetas; el asunto no estriba en decir que eso pueda ser cierto, sino en la advertencia que nos da: “…ahora bien, el hombre debe evitar el contacto con extraterrestres, pues de lo contrario las consecuencias serían perjudiciales".
Según Hawking, el descubrimiento de vida extraterrestre inteligente sería un acontecimiento sólo comparable con la llegada de Cristóbal Colón a América, pero de un tino e impacto mucho más trascendental, porque sería un accionar que superaría las películas de ficción que hasta el momento hemos podido ver. Ya en el 2008 Hawking se había pronunciado en este sentido, destacando que debe "…haber vida inteligente en alguna parte"; claro, con su humor muy inglés acompañó su posición esgrimiendo que si existiera otras formas de vida no estarían muy cerca de nuestro planeta, puesto que, de lo contrario, "…habríamos visto sus programas de televisión…"
Aunque parezca una postura tremendista no hay que apreciarla superficialmente; la avaricia es uno de los pecados más incipientes en los seres humanos y ello nos puede jugar una mala hora al llegar a sentirnos, algunos de nosotros, atraídos por estas formas de existencia y pongamos en peligro de exterminio la vida humana.
Esta percepción, tal cual lo asomó Hawking, tiene en el ejemplo inmediato de la llegada de Colón al continente Americano un buen retrato. ¿Fue un descubrimiento o una conquista? Fue una conquista; una sangrienta conquista. El corresponsal norteamericano de Science, Charles Mann, en su obra “1491” (2006), nos lo describe magistralmente: “Ganaron los europeos. Los historiadores atribuyen en parte la victoria a la reticencia de los indios a igualar la táctica europea de masacrar poblados enteros. Otra de las razones del triunfo de los recién llegados es que para entonces eran más numerosos los nativos. Grupos como los narragansett, que se habían salvado de la epidemia de 1616, fueron diezmados por una epidemia de viruela que se propagó en 1633. Entre la tercera parte y la mitad de los indios que quedaban en Nueva Inglaterra murieron entonces. El Pueblo de la primera Luz podía rehuir la tecnología europea o podía adaptarse a ella, pero ninguna de las dos opciones existía en el caso de las enfermedades europeas. Sus sociedades fueron destruidas por armas que sus adversarios no controlaban. Ni siquiera eran concientes de tenerlas…”
En tal sentido, los europeos nos dominaron con sus gérmenes, armas y acero, como dice Jared Diamond, la pregunta en este nuevo tiempo sería: ¿con qué nos dominaría una civilización igual o superior a la nuestra? Ya llevamos más de quinientos años aceptando esta carga cultural y observamos como los países heridos en su cultura aborigen hoy más que nunca buscan reivindicar su legado: ¿Cuántos siglos de lucha nos costaría salvaguardar nuestra especie? ¿Cuántas guerras internas aún faltan por librarse para homogeneizar la conciencia humana y respetar los límites de la libertad?
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