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Fallece Studs Terkel, icono de la radio estadounidense

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El periodista e icono de la radio estadounidense Studs Terkel ha muerto este viernes en su residencia de Chicago a los 96 años de edad, según han hecho público fuentes de su familia. Autor de entrevistas memorables a centenares de ciudadanos americanos sin distinción de clase o influencia, ganador del Premio Pulitzer, Terkel, que ha muerto víctima de una larga enfermedad, trasladó la historia oral de su país a los micrófonos de Radio WFMT de Chicago durante más de 50 años.

Su última aparición en público tuvo lugar en junio de este año. En ella el ganador del Pulitzer en 1985 dedicó algo más de 30 minutos a diseccionar las elecciones presidenciales del 4 de noviembre. Terkel, que hace dos semanas sufrió una caída en su hogar, estaba a punto de publicar, en noviembre, un relato autobiográfico titulado Further Thoughts from a Lifetime of Listening (Pensamientos tras escuchar durante toda una vida), según indica en su edición digital el diario Chicago Tribune.

En 1997 recibió en la Casa Blanca la Medalla Nacional de las Humanidades y la Medalla Nacional de las Artes, junto a un grupo en el que estaban otras personalidades como los actores Jason Robards y Angela Lansbury y el director de orquesta James Levine. "Mi nombre fue puesto en la lista negra porque asumí ciertas posiciones y nunca me retracté. Además firmé peticiones por causas que no eran bien recibidas", señaló en una entrevista.

Admirado, perseguido, hiperactivo

Como muchos intelectuales de los 1950, Terkel, que nació en 1912 en Nueva York, fue uno más de los centenares de escritores que fueron incluidos en la lista negra de McCarthy, que perseguía la expansión del comunismo en Estados Unidos. Durante esos años subsistió dando conferencias y escribiendo críticas literarias.

Abogado que nunca ejerció su profesión, Terkel fue durante varias décadas una personalidad de la radio y de la televisión con trabajos en comedias, obras de teatro, entrevistas a desconocidos y a personalides, comentarios deportivos y jazz y hasta como pinchadiscos. Como escritor comenzó una larga carrera literaria en 1967 con la publicación de su primer libro, División Street: America. La mayor parte de sus obras ofrecen su visión sobre la vida estadounidense, entre ellas Race: What Blacks and Whites Think and Feel About the American Obsession, Coming of Age; The Story of Our Century by Those Who've Lived It y My American Century, escritas entre 1992 y 1997.

Fuentes de la imaginación crítica

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 Por: Sergio Ramírez

Por el año de 1965, para el tiempo en que hacía mis primeros viajes a la ciudad de México, mis visitas a la librería El Sótano, cerca de la Alameda, eran infaltables. No era un nombre gratuito el de la librería, porque se hacía necesario bajar bastantes gradas desde el nivel de la calle para entrar en un hondo recinto donde los libros se exhibían sobre mesas de pino, además de los que llenaban los anaqueles, un espacio para nada lujoso, un poco a la moda desenfadada de aquella época de alpargatas, cabellos largos y boinas a lo Ché Guevara. Fue entonces que me encontré con el breve cuaderno que era Aura, el primer libro que leí de Carlos Fuentes.

Lo que recuerdo de aquella escritura era la prosa sin aliento, que podía llevarlo a uno por vericuetos de soledad y de misterio, y crear de inmediato una sensación de nostalgia por lo leído, como si al agotarse la brevedad de aquellas páginas se saliera de un mundo perdido cuya puerta se cerraba sin remedio, un mundo de una transparente densidad que me enseñaba también que la mejor clave para escribir buena prosa era la de la poesía, porque aquella era una prosa poética, dictada al oído con aliento secreto. El siguiente libro suyo que leí fue Cantar de Ciegos, que me resultó también deslumbrante. Y entre los cuentos de ese libro no dejo de recordar La muñeca reina, otra vez la virtud embriagante del misterio.

A sus novelas entré primero por la puerta de La región más transparente, de cuya aparición se celebra este año el medio siglo. Denso y oscuro como era el paisaje de la tradición narrativa del continente, a Fuentes, en plena juventud creadora, le tocaba inaugurar de manera tardía la modernidad ausente a finales de los años cincuenta, que fue cuando esta novela se publicó. Llenaba así un vacío de décadas, a través de lo que entonces dio en llamarse la novela urbana, en contraste con la antigua novela rural, pero que de verdad no hacía sino juntar las dos realidades, y aún tres, la urbana, la rural y la provinciana, en un solo mosaico de voces y escenarios.

Ya no se trataba de la visión romántica del terrateniente culto, con título universitario, en contraste con lo salvaje del medio que pretendía domesticar, como el Santos Luzardo de Doña Bárbara, la novela de Rómulo Gallegos; o del feroz explotador de indios y peones, de fuete siempre pronto en la mano, como en la novela Huasipungo, de Jorge Icaza. Ahora el personaje era la ciudad caótica misma que comenzaba a invadir el paisaje en América Latina, Caracas, Lima, Sao Paulo México. Y nada más caótico que la ciudad de México, enferma de gigantismo, que tragaba de manera incesante campesinos llegados desde las áreas rurales, y que criaba una clase media fiel al mismo tiempo a la Virgen de Guadalupe y a la revolución congelada, un cadáver en el frigorífico custodiado por el PRI.

Después fue en La muerte de Artemio Cruz, aparecida en 1962, una novela que entraba en la historia, mientras la historia entraba al mismo tiempo en la novela. Toda la urdimbre de la revolución mexicana podía explicarse en la vida de Artemio Cruz, el muchacho alzado en armas que luego se hacía poderoso porque la revolución había llegado a ser para él un brillante negocio, y ya anciano recordaba desde su lecho de muerte uno a uno los hechos de su vida en un monólogo, o mejor, en un diálogo consigo mismo, imprecándose a sí mismo, compadeciéndose a sí mismo, y dueño a la vez de un orgullo tenaz, su tributo a sí mismo.

La lectura de los primeros libros de Fuentes me convenció de que no sólo me hallaba frente a un modelo literario, sino también, al mismo tiempo, frente a un modelo ético, un escritor que tocaba los temas de la vida pública, sobre todos los vicios del poder, y el aprovechamiento del poder, con impaciencia crítica, y con rigor cáustico.

Para entonces, en los años sesenta, la década de los sueños ecuménicos, vida, literatura y cambio no formaban sino un todo, y la fuerza de la historia no podía dejar a la vera de la corriente a los escritores, que rompían con los moldes de las viejas maneras de escribir, e imprecaban contra las viejas estructuras de poder, con pasión e intransigencia. Era un compromiso con los ardores de una época, como se demuestra en la crónica de Fuentes sobre la rebelión juvenil de mayo del 68 en París, una rebelión que tendría más tarde de ese mismo año su espejo ensangrentado en la masacre de Tlatelolco en la ciudad de México.

Desde entonces hasta La voluntad y la fortuna, su última novela recién publicada este año, al cumplir ochenta años de vida, el largo recorrido de Fuentes ha través de sus libros nos lo muestra dueño de una calidad narrativa siempre innovadora, capaz de trazar historias novedosas sobre el gran mapa abierto de América Latina, y al mismo tiempo firme en su crítica del poder, un compromiso alumbrado siempre por la firmeza ética.

Fuentes viene de esa tradición del escritor comprometido que inventó Voltaire en el siglo dieciocho, el siglo de las luces, el escritor que no deja nunca de estar pendiente de los temas ciudadanos, o el escritor como ciudadano que siempre está pendiente de denunciar las situaciones de injusticia. El ciudadano que se rebela, y respalda a quienes se rebelan, el intelectual que imagina y también piensa, que inventa y a la vez predica, que no pone freno a la creación, pero tampoco a la calidad moral de su escritura. El escritor poseído por la pasión crítica, y que no deja de ser nunca un apasionado, como lo sigue siendo al llegar a sus briosos ochenta años.

www.sergioramirez.com

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Woody Allen sólo confía en quien respeta sus chistes Eric Lax recopila 30 años de charlas con el cineasta

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En la pantalla, la verborrea de Woody Allen es legendaria. También fuera de las salas, el neoyorquino, que en diciembre cumple 73 años, tiene en ocasiones una labia imparable bajo esa apariencia tímida. De ahí, el orgullo del escritor Eric Lax, que se considera "el hombre más afortunado" después de proclamarse como "el que más habla con Woody Allen". Desde que se conocieron en 1971 han charlado de todo. Primero para un artículo que nunca salió publicado, y luego como parte de una "amistad profesional" que dura 37 años, dos biografías y ahora un nuevo volumen: Conversaciones con Woody Allen (Editorial Lumen).

"La ventaja de mi trabajo es que transcurre en tiempo real. No es alguien recordando su obra, sino un álbum con instantáneas de cada momento, la imagen más certera de quién es Woody Allen". Más que fanfarronería, sus palabras destilan orgullo. Lax ha escrito otras piezas biográficas sobre Paul Newman o Humphrey Bogart, pero nunca con el acceso que tuvo a Allen. Y todo porque, como le dijo el cineasta después de su primera entrevista, había sabido respetar sus chistes. "En periodismo como en la comedia, el momento lo es todo", explica el escritor. Por eso, en su nuevo libro sobre Allen se aferra al momento echando mano de más de cien horas de conversación a lo largo de cuatro décadas y mezcla lo que el autor dijo en su momento y lo que dice ahora. El libro tampoco respeta la cronología: agrupa los temas en siete grandes apartados relacionados con el proceso de hacer cine como "la idea" o "el montaje". "He querido ser muy fiel al título de la obra, sus filmes, el cine y su realización", aclara.

Entonces, después de tantas horas, ¿quién es Woody Allen? "No es el que ves en la pantalla", dice. "Es una persona muy trabajadora, con una gran disciplina, capaz de sentarse en una habitación a escribir en las peores circunstancias, un artista entregado a su visión y que, como dice, si a la gente no le gusta, ya les gustará la siguiente". En sus conversaciones con Lax, Allen descubre que sus películas preferidas son La rosa púrpura de El Cairo, Match point y Maridos y mujeres, seguidas de cerca por Recuerdos y Zelig.

Lo que el lector apenas encontrará en las páginas del libro son referencias directas al escándalo que protagonizó al separarse de Mía Farrow para iniciar su actual relación con Soon-Yi Previn, hija adoptiva de su ex pareja. "Ya lo traté en su biografía y distraía al lector del propósito de este libro, sin aportar nada nuevo", fulmina el escritor.

Lax recurre al propio Allen para explicar por qué es un creador tan querido fuera de Estados Unidos: "Woody siempre dice: 'la gente que me acusa de odiar Hollywood está en un error. No se dan cuenta de que mi visión de Nueva York está basada en esas sofisticadas películas en blanco y negro de la década de los treinta y cuarenta. Por eso cuando van a Nueva York, no encuentran lo que buscan porque sólo existió en el cine".

Opiniones de un neoyorquino
- Genio. "No hablaría de genio, pero sí es cierto que a veces me vienen destellos de inspiración. Por algún motivo se me ocurren ideas cómicas".

- Sueños. "Cuando iba al psicoanalista sí recordaba los sueños y hacía un esfuerzo por no olvidarlos. Lo dejé cuando vi que su interpretación no servía de nada... a menos que seas un faraón".

- Ducha. "La ducha me sienta de maravilla, sobre todo cuando hace frío. Me meto en ella en busca de inspiración. Así que me quedo allí, bajo el agua caliente, pensando en posibles ideas o dándoles vueltas".

- Géneros. "Me interesa el cine más sensiblero. Todos esos filmes dramáticos de Bergman y Antonioni. Ellos sí que saben crear un buen clima. Los directores serios son los que mejor se lo pasan. El cine que busca la belleza es sin risas".

- Escritura. "Lo hago a mano, y luego con la máquina de escribir de toda la vida. Lo hago yo porque nadie entiende mi letra".

- Actrices. "Scarlett Johansson es muy sensual. Y cada vez que digo algo, me supera [...]. Al principio Diane Keaton no me atraía. Lo curioso es que no rodamos juntos hasta que rompimos".

"Un insulto en el nombre del arte" Editores, escritores y artistas sufren, cada vez más, la ira radical islamista en Londres

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Por:PATRICIA TUBELLA - Londres - 31/10/2008

Al ejecutar la pintura de una mujer ataviada con el velo y sosteniendo a un cerdo sobre el regazo, la artista Sarah Maple, de 23 años, quería "abrazar varias culturas" a partir de su doble condición de británica y musulmana. Para ciertos sectores de la comunidad islámica, este cuadro y la treintena de obras que la joven promesa expone en una galería londinense, plagadas de referencias irreverentes a la religión y el sexo, representan "un insulto en el nombre del arte".
Llueve sobre mojado en la ciudad del Támesis. Aún resuenan en los círculos literarios de Londres los ecos de otra seria amenaza. La que se cierne sobre Martin Rinya. Su residencia en el norte de Londres fue objeto de un ataque incendiario, hace pocas semanas, como represalia por su decisión de editar en el Reino Unido la novela La joya de Medina (debut de la americana Sherry Jones). La obra relata la relación de Mahoma con su esposa más querida.

No se ha empleado aún el fuego contra la galería donde expone Maple. Aunque el local, en el barrio de Notting Hill, sufría a principios de semana una agresión de los vándalos, que destrozaron la puerta y el escaparate. "Temo por mi seguridad, pero no quiero dejarme intimidar", explicaba ayer Sarah Maple a este diario, apenas tres horas después de recibir un correo electrónico con amenazas explícitas contra su persona y su familia. Incluía imágenes trucadas y "muy desagradables" de la artista que ella elude detallar. Las misivas de tono violento se repiten desde que se inauguró la exposición, el pasado 16 de octubre.

Tanto la galería londinense SaLon como su patrocinada se muestran decididas a cumplir el calendario previsto y a mantener las puertas abiertas al público hasta el próximo 17 de noviembre. Pero Maple admite que no puede "descartar al 100%" que acaben cediendo. Ella comprende perfectamente la posición del editor independiente Martin Rynja,

Tras el ataque, Rynja se mostró resuelto a sacar el polémico libro a la luz a finales de octubre, pero la tremenda presión sufrida a manos de los radicales (vive desde entonces bajo protección policial) acabó convenciéndole para posponer su publicación de forma indefinida. La modesta editorial que dirige, Gibson Square, decidió asimismo cancelar la gira promocional de la autora, a pesar de su disposición a trasladarse a Reino Unido para defender su trabajo por encima de las coacciones.

El miedo, bien comprensible desde un punto de vista humano, ha amilanado al otrora valiente editor de las memorias del ex espía ruso Alexander Litvinenko (Blowing up Russia), antes de que resultara asesinado por envenenamiento en pleno centro de Londres. O de la implacable diatriba contra el actual presidente de Estados Unidos, House of Bush, House of Saud, que pretendía destapar las oscuras conexiones de su familia con el régimen saudí.

Aunque los tres presuntos responsables de la agresión contra la casa de Rynja fueron detenidos de inmediato, las encendidas proclamas del clérigo Anjem Choudhray desde su mezquita del este de la capital, recordando que "la ley musulmana estipula que cualquier ataque contra su honor entraña la pena de muerte", mantuvieron encendida la llama de la intransigencia. Tremendo recordatorio del calvario sufrido por Salman Rushdie, cuya obra Los Versículos Satánicos le merecía una irracional fatua promulgada por el ayatolá Jomeiny en 1989.

No consta que el tenebroso personaje o alguno de sus adláteres haya reclamado la cabeza de Sarah Maple hasta la fecha. Las agresivas intimidaciones recibidas por la joven artista han sido expresadas siempre desde el anonimato. Incluso las poco afines Asociación de Musulmanes Británicos o el Consejo Musulmán dejaban bien clara su condena a cualquier tipo de violencia que coarte la libertad de expresión de la persona. Muy distinto es que reivindicaran, al tiempo, el democrático "derecho a la protesta".

Obras como el propio autorretrato de la artista, el pelo oculto tras el velo y los sugerentes pechos de la modelo Kate Moss sobreimpresos en la imagen, no han sentado nada bien entre aquellos que profesan su misma fe. "Quería proclamar que llevar el yihab no es mejor ni peor. Mi trabajo versa sobre mi identidad dual, como hija de un británico y de una madre musulmana, y el contraste entre ambas culturas acaba confiriéndole un tono refrescante, casi humorístico, sobre la identidad femenina y sus múltiples condicionamientos en nuestros días", justifica la autora. Nunca, insiste, pretendió ofender a su propia religión.

Maple se define simplemente como una joven de la era de la globalización, "una británica musulmana que ha adaptado sin problemas su religión musulmana al entorno occidental, que también es el suyo".

Erigida a su pesar en nuevo objeto de la ira de los musulmanes radicales, se resiste no obstante a responder a sus oponentes con palabras duras ("esas voces son la dramática expresión del temor a la pérdida de una identidad"). Y ni tan siquiera a mostrarse ofendida por las comparaciones maliciosas con la también artista británica Tracy Emin, estrella del BritArt y caracterizada como un personaje que ha labrado su publicidad a costa del afán provocador: "No creo que nuestras propuestas artísticas se parezcan, aunque sí coincidimos en esa vocación provocadora que implica ante todo decir lo que una piensa, de forma no maliciosa pero resuelta".

El conocimiento que necesitamos

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Por: José Gerardo Guarisma Álvarez


De acuerdo con el origen de la expresión, conocimiento es lo que se conoce. A su vez conocer es tener conciencia de la realidad, es saber el qué, el cómo, el cuándo y el dónde de lo que nos rodea. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua, define conocer como “Averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas. Percibir el objeto como distinto de todo lo que no es él. Entender en un asunto con facultad legítima para ello. Entendimiento, inteligencia, razón natural”.

Hoy en día accedemos a la información como nunca antes. Pero esta información sólo nos aporta lo que nos dicen los demás (lo que piensan, creen pensar o simplemente dicen). Así que el acceso a la información no nos garantiza el conocer. Para lograrlo, necesitamos pensar. “Del latín pensare: pesar, calcular, pensar. Imaginar, considerar o discurrir. Reflexionar, examinar con cuidado algo para formar dictamen. Intentar o formar ánimo de hacer algo”.

Para aprender lo que se estudia, formándose un dictamen de lo que es enseñado, hay que estar convencido de algo hay que discurrir, reflexionar, razonar para sacar las propias conclusiones, no las de los demás, sino las propias.El conocimiento siempre es una elaboración personal, fruto de las asociaciones que nuestro cerebro es capaz de hacer a partir de su experiencia, de la información que ya tenemos, y de la que hemos seleccionado y analizado. El conocimiento se elabora para dar respuesta a alguna cuestión de nuestro interés. Por lo tanto siempre supone más que la información de la que hemos partido para construirlo, tiene una funcionalidad por naturaleza.

Por ello es que para lograr el conocimiento que se necesita, el docente debe hacer pensar y reflexionar a sus estudiantes, hacerlos discutir, entrar en el debate, practicar la auto crítica y la crítica, contrastar, compartir, en definitiva. Llevar a cabo todo el proceso metodológico necesario para que los receptores de la información que se comunica, hagan suyas las nuevas ideas que no deberán ser necesariamente las del docente.

He aquí que el estudiante debe dar un paso adelante: hay que comprobar que lo que sabe y cree, funciona, aprendiendo mediante la práctica y los errores el saber de las cosas. Cierto que hay un aprovechamiento de las prácticas, experiencia y errores de los demás y, gracias a ello, evolucionamos más rápidamente, pero la propia experiencia, el propio movimiento hay que hacerlo andando y no solo viendo cómo lo hacen los demás.

En la sociedad actual la información y el conocimiento se van convirtiendo en elementos fundamentales para el progreso económico, factores del proceso productivo y también componentes esenciales para el bienestar personal. Y es que las personas necesitamos construir conocimientos que nos permitan dar las respuestas más pertinentes ante las circunstancias que se nos presentan en cada momento, para lo cual necesitamos disponer de una información adecuada, sin la cual no podemos elaborar el conocimiento que requerimos.

Las personas construimos continuamente conocimientos útiles para afrontar las situaciones que se nos presentan a partir de la información de que disponemos en la memoria y de la que podemos encontrar en nuestro entorno. En la sociedad actual, que pone a nuestro alcance cantidades ingentes de información de todo tipo, una de las competencias básicas de todos los ciudadanos debe ser saber aprovechar esta información para construir conocimientos.

Pero es definitivamente la necesidad la que termina por identificar los conocimientos que son finalmente aprendidos. Esa necesidad prefigura nuestra motivación, y es a través de esa motivación, como logramos el substrato adecuado para el aprendizaje necesario y su adecuada valoración.

Al propio tiempo, es necesario acotar que, hoy por hoy, el aspecto más importante quizás de la función educativa, es que debe propiciar la aplicación del conocimiento de todos. Porque esa es la clave del éxito en las nuevas organizaciones.La fluidez adecuada del conocimiento de todos. Así lo apunta el acreditado filósofo y ensayista José Antonio Marina (Toledo, 1939), especialista en inteligencia y pensamiento divergente, cuyos últimos libros tratan de la inteligencia de las organizaciones y de las estructuras políticas: “En la función jerárquica, el que está arriba es el que sabe lo hay que hacer, pero hoy los entornos son demasiado complejos, no hay soluciones estándar y las que se encuentran es posible que, además, sirvan para muy poco tiempo. Así que es más necesario que nunca aprovechar el conocimiento de todos, el talento para evaluar los proyectos y ponerlos en marcha”.

De esta manera, entendemos en que solo el conocimiento activado, cambiante, fluido, es el que produce las transformaciones de calidad que se requieren. Y esto tiene que ver con las soluciones sociales. El conocimiento que necesitamos en primer lugar es el que nos permite funcionar a todos como una sociedad equilibrada. Por eso, en la esencia de la funcionalidad democrática, no pueden ser excluidas las opiniones y conocimientos presentes, porque probablemente alguno de ellos, en asociación creativa con otros, produzca las soluciones que aisladamente no conseguimos. Las soluciones, actualmente, ya dejaron de ser focales, puntuales, únicas.Hoy en día, es la reunión de miles y miles de puntos de vista, diversos pero complementarios, los que originan la red de conexiones donde puedan “pescarse” las soluciones. El conocimiento crece en volumen y profundidad, al igual como lo hacen los problemas que deben ser abordados con él. De nosotros depende asumirlos adecuadamente con la diversidad de opciones para tejer una red compleja de soluciones, caracterizada no por su dificultad sino por la sencillez de sus múltiples conexiones.

josegerardoguarismaalvarez@gmail.com

Los principios de la propaganda según Joseph Goebbels y los principios de la propaganda política

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Paul Joseph Goebbels organizo las campañas electorales que llevaron a Hitler al poder y posteriormente fue el ministro de propaganda de la Alemania Nazi. Al igual que el Führer, exhibía unas notables dotes como orador, utilizando frecuentemente el sarcasmo y el humor como armas retoricas. Entre sus discursos mas famosos esta el que pronuncio el 18 de Febrero de 1943 en el Palacio de Deportes de Berlin llamando a la Guerra Total. Leonard W. Doob resumió en su libro Public Opinion and Propaganda (1948) los principios de la propaganda que Goebbels puso en practica.
1. Los propagandistas deben tener acceso a la información sobre los acontecimientos y sobre la opinión pública.

2. La propaganda debe ser planificada y ejecutada por una autoridad única.
a. Debe transmitir todas las directivas de la propaganda.
b. Debe explicar las directivas de propaganda a los oficiales importantes y mantener su moral.
c. Es preciso supervisar las actividades de otros organismos que también tengan consecuencias propagandísticas.

3. Las consecuencias en términos propagandísticos de una acción han de ser tenidas en cuenta a la hora de planificar dicha acción.

4. La propaganda debe afectar a la política/táctica y las acciones del enemigo.
a. Suprimiendo material deseable en términos propagandísticos que pueda proporcionar al enemigo información útil.
b. Difundiendo abiertamente propaganda cuyo tono o contenido haga que el enemigo saque las conclusiones deseadas.
c. Provocando que el enemigo revele información vital acerca de sí mismo.
d. Evitando hacer referencia a una actividad deseada cuando cualquier referencia pudiera desacreditar dicha actividad.

5. La información desclasificada y operativa debe estar disponible para crear una campaña de propaganda.

6. Para ser percibida, la propaganda debe despertar el interés de una audiencia y debe ser transmitida a través de un medio de comunicación que consiga llamar la atención de esta.

7. La credibilidad de por si sola debe determinar si la propaganda puesta en circulación debería ser verdadera o falsa.

8. La finalidad, el contenido y la eficacia de la propaganda enemiga; la fuerza y los efectos de su revelación; y la naturaleza de las actuales campañas de propaganda determinaran si la propaganda enemiga debe ser ignorada o refutada.

9. La credibilidad, la información y los posibles efectos del mensaje determinaran si el material propagandístico debe ser censurado.

10. El material proveniente de la propaganda enemiga puede ser utilizado cuando ayude a desprestigiar al enemigo o apoye al objetivo propagandístico propio.

11. La propaganda negra (*) mejor que la blanca puede ser utilizada cuando esta ultima sea menos creíble o produzca efectos indeseables.

12. La propaganda podría ser facilitada por los lideres con prestigio.

13. La propaganda debe ser cuidadosamente planificada en el tiempo.
a. El mensaje debe llegar a la audiencia antes que la propaganda de la competencia.
b. Una campaña de propaganda debe comenzar en el momento adecuado.
c. Un tema de propaganda debe ser repetido constantemente, pero no más allá del punto en que disminuye su eficacia.

14. La propaganda debe etiquetar a los acontecimientos y a las personas con lemas o frases distintivas/características. Estas frases:
a. Deben provocar las respuestas deseadas que la audiencia previamente posee [explotar los deseos, ideas y sentimientos de la audiencia que convengan al propagandista].
b. Deben poder aprenderse con facilidad [ser fácilmente recordables].
c. Deben ser utilizadas una y otra vez, pero solo en las situaciones adecuadas.
d. Deben ser a prueba del efecto boomerang [tal que no puedan volverse en contra].

15. La propaganda en el frente de ámbito nacional (**) debe evitar despertar falsas esperanzas que puedan ser defraudadas por eventos futuros.

16. La propaganda en el frente de ámbito nacional debe crear el nivel optimo de ansiedad.
a. La propaganda debe reforzar la ansiedad relativa a las consecuencias de la derrota.
b. La propaganda debe reducir la ansiedad (excepto la relativa a las consecuencias de la derrota) que sea demasiado alta y que no pueda ser disminuida por las propias personas.

17. La propaganda en el frente de ámbito nacional debe disminuir el impacto de la frustración.
a. Las frustraciones inevitables deben ser anticipadas.
b. Las frustraciones inevitables deben ser puestas en perspectiva.

18. La propaganda debe facilitar el camino de la agresión, especificando los objetivos para el odio.

19. La propaganda no puede afectar de inmediato a las tendencias en contra muy fuertes; en lugar de ello, deberá ofrecer algún tipo de acción o distracción, o ambas [Goebbels lo expreso claramente así: «Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que les distraigan»].

NOTAS:

(*) La propaganda negra es material falso cuya fuente ha sido encubierta: aparenta ser de uno de los bandos en conflicto cuando en realidad es del bando opuesto. Se utiliza para distorsionar el mensaje del enemigo.

(**) El frente de ámbito nacional (en ingles Home Front) es la masa popular de un país en guerra que apoya activamente a los militares.

Fuente

Los 11 principios de la propaganda política

Los siguientes 11 principios los puso en circulación Marçal Moliné y han terminado siendo atribuidos erróneamente a Joseph Goebbels. La lista contiene las Cinco Leyes de la Propaganda Política que Jean-Marie Domenach detallo en su libro La propagande politique (1950), las cuales ya aparecieron anteriormente en una obra de idéntico titulo de Paul Quentin (1943). Ademas, Moliné añade algunos principios expresados por Hitler y Goebbels.
1. Principio de simplificación o del enemigo único. La simplificación es la adopción de una sola idea-eje, o de un solo símbolo. Una de las formas de simplificar te lleva a la individualización del adversario: los humanos preferimos enfrentarnos a personas visibles. En consecuencia, se trata de persuadirnos de que nuestro verdadero enemigo no es tal o cual partido si no tales o cuales personalidades del partido.

2. Principio del método de contagio. Reunir a diversos adversarios en una sola categoría o en un solo individuo… para extender la convicción de que “están todos en el mismo saco”.

3. Principio de la transposición. Es el arte del farol llevado al límite. Consiste en cargar sobre el adversario los errores y defectos propios.

4. Principio de la exageración y desfiguración. Una frase al azar de un político de otro partido, un síntoma sin comprobar, son convertidos sin embargo en pruebas amenazadoras. Para esto se pondrá hábilmente en practica la utilización de citas separadas de su contexto.

5. Principio de la vulgarización. Este principio viene expresado de esta manera en el libro Mein Kampf de Hitler: «Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a quienes se desea vaya dirigida. De esta suerte es menester que la elevación mental sea tanto menor cuanto más grande la muchedumbre que deba conquistar. La capacidad receptiva de las multitudes es limitada y su comprensión escasa; por otra parte tiene una gran facilidad para el olvido».

6. Principio de orquestación. Según Goebbels: «La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde distintos ángulos pero siempre confluyendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas». De aquí viene su sentencia: «Si una mentira se repite las suficientes veces, acaba convirtiéndose en la verdad».

7. Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.

8. Principio de la verosimilitud. Consiste en estructurar la creación de argumentaciones lanzando globos sonda a través de procedencias y de medios distintos, para poder remitirse a ellos citando esas fuentes manipuladas con el objeto de hacer verosímiles las argumentaciones.

9. Principio de la silenciación. A veces hay temas propagandísticos que hay que abandonar porque están en clara contradicción con la realidad de los hechos que se van sucediendo. En estos casos la propaganda no reconoce su error. Se calla sobre aquellos puntos en los que se está débil. Las noticias que favorecen al adversario se disimulan.

10. Principio de la transfusión. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas. Según Jean-Marie Domenach: «Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un substrato preexistente, sea una mitología nacional o de un complejo de odios y de prejuicios tradicionales». Hitler escribió al respecto: «La inmensa mayoría de la gente es tan femenina en lo concerniente a su naturaleza y opiniones, que su pensamiento y acciones se hallan gobernados por sensaciones y sentimientos más bien que por consideraciones razonadas”.

11. Principio de la unanimidad. Buena parte de las opiniones públicas no son más que una suma de conformismos y no se sostienen más que por la impresión que tiene el individuo de que su opinión es la opinión general, unánimemente profesada a su alrededor. Por lo tanto, la propaganda puede actuar reforzando esa sensación de unanimidad o creándola artificialmente.

Mi yo virtual tiene 129.000 amigos. El de verdad, ni 10

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REPORTAJE: DESAYUNO CON... SOFÍA DE OLIVEIRA (Tomado de El País,Madrid,25 de octubre del 2008)

Hay dos formas de conocer a Sofía: en persona o a través de Internet. La Sofía de carne y hueso -24 años, mulata, diminuta y muy delgada- entra en una de las cafeterías de la cadena Faborit del centro de Madrid con su portátil bajo el brazo. Pide un zumo y dos cruasanes. Después abre el ordenador, el lugar donde reina y mora su yo virtual. Que, parafraseando a Martes y Trece, es lo mismo pero no es igual.

Hace dos años, esta hija de portuguesa y angoleño se creó un perfil en MySpace (myspace.com/sofia), la primera red social en triunfar a nivel mundial (más tarde llegaron Facebook, Hi5, Tuenti...). Hoy es la usuaria española con más contactos en su página personal, según datos de la propia MySpace. Estos días, la Sofía virtual tenía 129.000 "amigos", el equivalente a la población de Cádiz. Pero la cifra aumenta a diario. Un ejemplo: anoche Sofía cerró su ordenador a las tres de la mañana. Quince horas más tarde, al abrirlo, se ha encontrado con la solicitud de 183 desconocidos deseosos de engrosar su lista de conocidos.

Además de popular, la Sofía virtual es descaradamente sexy. Posa en biquini y con tacones agarrada a la barandilla de un yate y chatea con los fans que se "acercan" semanalmente a decirle lo guapa que es, lo estupenda que está. Los e-mails llegan desde Alaska, Miami, Brasil, Londres... En su web, Sofía alardea de una vida social muy activa y ha colgado fotos de la última fiesta de MySpace España.

La Sofía real no es tan explosiva como su álter ego y es bastante más tímida de lo esperado. Vive en Lavapiés, en un piso con una sola habitación que comparte con su madre, un perro y un gato que no se cansa de maullar. Una cortinilla hace de separador de ambientes: de la cortina para allá el dormitorio. De la cortina para acá, el salón. Sofía pasa unas cuatro horas diarias frente al ordenador ("a veces todo el día") y teclea como el rayo. "Internet hace posible lo imposible", dice mientras come a pellizcos sus cruasanes rebosantes de mantequilla (¿qué hace la grasa cuando entra en ese cuerpecillo? ¿Se evapora?). "Antes para ser actriz había que ir a castings, buscar un agente... Ahora puedes currártelo tú solo: te creas un perfil, haces networking...".

Sofía tiene un objetivo en la vida: ser actriz. Y modelo tampoco estaría mal. Ya ha posado para fotógrafos de forma amateur (y casi siempre con lentillas azules, como en la foto de esta contraportada). Está decidida a exprimir la Red para hacer contactos y dar el salto profesional. Lo dice claramente en su perfil, donde ha redactado una lista de sus sueños por cumplir: "Posar para portadas de revistas y shows de moda; tener un papel en una de mis series preferidas; tener mi pequeña colección de ropa; tener 1.000.000 de euros; hacer voluntariado en países necesitados; tener mi fundación benéfica...".

De momento, las portadas de las revistas quedan aún lejos. Del lado de acá de la pantalla de su portátil, Sofía trabaja de azafata, en discotecas, de canguro. En verano salió en el programa Identity (TVE-1) como "la chica con 100.000 amigos en Internet".

-¿Qué se siente ostentando ese récord?

-¡Me encanta! No sé. Mola ser tan popular.

-¿Y qué hay de los amigos de verdad?

-Supongo que es irónico, pero tengo muy pocos. Unos diez. Espera... Buf, no. Menos.

Más de mi Poesía

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IDEARIO

(I)
Conmueve sentir tus ojos dilatados
romper el silencio
mientras intentas llorar…

Conmueve no entender
qué hechizo te hizo cambiar…
qué dolor te llama y te contagia…
qué universo te ensalma…
qué locura te brinda
dolor y libertad.

(II)

Tu me llamas azul
porque mi sonrisa esculpe
el infinito…
Me llamas azul
porque opaco la sensualidad
de tu alma
y convierto en luna
el corazón
y en mariposas
revoloteando
todo tu cuerpo…
Me llamas azul
porque sabes más que la llovizna
y te vistes en el escaparate
sigiloso de la distancia.

(III)

El único amor que se hace amor
es el amor mismo;
no amerita formas ni recetas;
no necesita de escritos y capullos;
el amor nace del detalle
y de la profundidad
de esos ojos cristalinos
que son tuyos…
El único amor que se hace amor
es el amor mismo
y allí donde la línea cruza
con diferentes caminos
desaparecen los señuelos
y se construye
un solo muro…

(IV)

Aprendí
a ver el asfalto y los edificios
del mismo tamaño…
lo que no encaja es tu corazón:
es tan inmenso y desafiante,
lloroso y aconjogado,
totalmente inseguro
que temo no soporte
la tristeza y el dolor…
tristeza de estar ausentes;
dolor por estar distantes;
temor de perderlo todo
en el abismo cotidiano
de la sociedad…

(V)

Alguien
tomó la sabana
que cubrían la talle
de tus muslos blancos…
la volvió polvo
para que se confundiera
con tus olores…

(VI)

El mundo va tornando
de infinito
las reglas de dolor
que te impongo
por mi causa…
No disimulo
la avaricia:
te quiero para mí
en cuerpo y alma;
no disimulo el calor de mi cuerpo:
sede ante ti como cascada…
no disimulo que el Universo
entero le quedó pequeño
a nuestra alborada:
se tiñen de luces los luceros
y absorbo todo de ti
y aún falta…



(VII)

¿Quién
ha conocido de amores
y distancia?
Salvo
mi tristeza
y mis manos mojadas,
todo cuanto conozco
se llama como tú…
Debe ser por lo profundo
de las flores
y por los sueños
de nuestra infancia…

¿Quién
ha conocido de amores
y distancia?
Pregúntaselo
al recuerdo de la amada
y siente su ternura
delatando
la arrogancia.

¿Quién
ha conocido de amores
y distancia?
El que haya visto
los naufragios
de los barcos que
volaban…

La piel de Edgar Morin

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Foto: Kevin y Anshar, una generación moriniana

Si algo caracteriza los nuevos tiempos, es la capacidad que tienen los intelectuales de desnudarse y dejar sentir a sus lectores, el amartelamiento de sus almas. Edgar Morin no escapa a esta realidad y su pensamiento sigue dando motivos de reflexión y crítica, porque al igual que Sócrates, sus ideas van dirigidas a un colectivo que sabe y conoce más que él, pero que no tiene su capacidad y talento comunicativo para decir las cosas.
El asunto es de comunicación. Y las ideas que en los últimos años ha dejado colar Morin no son discursos nuevos, pero si temas contextualizados en ese hombre evolucionado y planetario que no sólo tiene un lugar en el mundo, sino que construye su morada conciente de que no resucitará.
Si buscamos una doctrina fundamental en el pensamiento de Morin, encontramos, a mi juicio, una tendencia al humanismo pesimista (muy en concordancia con la postura de Schopenhauer en su época). El pesimismo en Morin no es más que el mirar la realidad, la vida y el mundo bajo la égida de que son el mal antes que el bien; por regla general, apreciamos en los textos de Morin dos vertientes: la de un atrincherado estado mental negativo ante el orden establecido; y la de un sistema filosófico compacto que propone cambios radicales a la sociedad y a los subsistemas que la integran.
El temperamento del individuo y su reacción ante el mundo como es y el mundo como podría ser, marca la existencia de la realidad planetaria; el sufrimiento y el pecado, que han sido explicados en detalle desde épocas antiguas bajo el esquema ético de las religiones, sella la interpretación de un mundo potencialmente negativo, incumplido en sus roles naturales con la expectativa de supervivencia de las sociedades.
El Morin pesimista se topa con un sistema de filosofía radicalizado en la tendencia de concebir la existencia de un mundo cuyas pesadumbres le han hecho construir como meta que todo fin y propósito de la vida son ilusorios; pero la grandeza de las ideas de Morin es que puede conectar esta visión trágica de la vida con un optimismo-esencialista, en cuya percepción lo bueno del mundo abarca el sentimiento genérico de la esperanza.
El filósofo alemán Schopenhauer, en el siglo XIX, valoró la premisa de que los fenómenos existen sólo en la medida en que la mente los percibe como representaciones; para él la voluntad, como artificio descriptivo de la conducta humana, no está limitada a una acción voluntaria previsible, sino a toda la actividad experimentada por la personalidad, incluidas las funciones fisiológicas inconscientes. La voluntad es la naturaleza innata que cada ser experimenta y adopta en el tiempo y el espacio como apariencia del cuerpo, que es así su representación. Partiendo del principio de que la voluntad es la naturaleza innata de su propio cuerpo como una apariencia en el tiempo y en el espacio, Schopenhauer llegó a la conclusión de que la realidad innata de todas las apariencias materiales es la voluntad, y que la realidad última es una voluntad universal.
En este aspecto, en lo referente a la “voluntad”, apreciamos coincidencia en el pensamiento de Morin con el legado de Schopenhauer; porque Morin advierte la necesidad de “enseñar la identidad terrenal”, respondiendo a la voluntad universal de que el hombre conozca su lugar en el universo. El ser humano del siglo XXI, expone Morin en su obra “Los Siete Saberes de la Educación del Futuro”, no podrá entender su realidad sólo comprendiendo su condición humana, sino interpretando, e internalizando la condición del mundo que hoy se muestra en una era planetaria, cuya fase actual es la mundialización. A lo largo de la explicación que da acerca de este saber, Morin habla de la necesidad de un pensamiento policéntrico, que tenga la condición de un universalismo no abstracto, sino conciente de la unidad-diversidad de la condición humana. Un pensamiento que siendo alimentado por las culturas humanas respete sus límites individuales y profundice sus lazos comunicantes.
De este modo, la voluntad lleva a la persona a construir un espacio donde comprender el dolor, y desde donde atenuar lo desconocido de la muerte; se va tejiendo un ciclo sin fin de nacimiento, muerte y renacimiento, desde donde la actividad de la voluntad sólo puede ser llevada a un fin a través de la actitud de renuncia, en la que la razón gobierne la voluntad hasta el punto que cese de esforzarse.
En lo que respecta al hombre y a su origen, Morin sintetiza la condición humana con la naturaleza de la conciencia como impulsora de un mundo espiritual y material; esa condición humana, constituyen el fundamento de la actividad de los individuos que se unen, no por las sensaciones del amor sentimental, sino por los impulsos irracionales de la voluntad para perpetuar la especie humana.
En una palabra, Morin aprecia la condición humana como un “todo”, en el cual la “parte” tiene elementos comunicantes que le son afines, pero sin que esto corrompa la autonomía de la parte: “…somos singulares, puesto que el principio el todo está en la parte no significa que la parte sea un reflejo puro y simple del todo. Cada parte conserva su singularidad y su individualidad pero, de algún modo, contiene el todo.”
El ser humano, el cual pertenece a un todo que es la sociedad humana, es a su vez independiente en su parte como ser humano individual, con personalidad e intereses relativos. Al expresar estas ideas Morin no hace otra cosa que mostrarnos su piel…

El color de Néstor Betancourt

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Foto: El ya fallecido maestro Mauro Mejías y el artista Néstor Betancourt.

Cuando un ensayo tiene la intención de hacer un comentario acerca del valor literario o plástico de un artista, es en esencia un punto de vista aislado de un observador que se erige crítico y que hace de su juicio una ventana desproporcional desde donde ver la realidad. Es un acto de traición a lo que un autor o artista quiere expresar. Muy en la honda de los traductores: traidores de la realidad.

Pero qué sería eso de la “traición”; según la Real Academia de la Lengua Española, es la falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener; y es precisamente en donde la subjetividad nos hace inferir una traición, porque la fidelidad que transmitimos al escribir, no es más que la nuestra, no la del autor o artista sobre quien comentamos. Por ello, estas líneas sobre el trabajo de Néstor Betancourt estarán siempre imantadas por la posibilidad de traicionar su realidad, pero de lo que si estoy seguro es que jamás traicionaré la mía que es el punto de vista desde donde aprecio el “color de Néstor Betancourt”.

Referirse a la obra pictórica de Betancourt es retroceder veinte o veinticinco años atrás y apreciar retrospectivamente la evolución de un pintor que desde sus inicios fue construyendo una técnica y un estilo hacia el control total de la pureza del color. Su obra, en sus inicios, gravitó en el paisaje del pie de monte de la llamada zona norte de Portuguesa-Venezuela, Biscucuy. En esos parajes de serranías y verdes frescos, fue elaborando en su paleta instrumentos de comunicación más puros de lo conocido. Él no sólo quería colocar un amarillo, un turquesa o un rojo, en la pulcritud de su pigmentación, sino llevarlos hasta el punto más elevado de pureza, de color. Así, sus paisajes toman forma de frescura, de vitalidad ante el observador que ve con asombro una técnica que lejos de ser embellecedora, lo que busca es ser leal a un color, no a la realidad.

En una entrevista que le hiciera Farell Espinoza Álvarez en el 2003 (aparecida en la revista dominical del el diario “El Impulso”, de Barquisimeto), Betancourt se refiere que el gran defecto que él aprecia en el arte contemporánea es el desconocimiento del color. Según él, “mientras más colores sean, pueden ser más vivos pero menos luminosos”; por ello ve la urgencia de atender en su concepto artístico este vacío y generar una demostración real y estética de lo que con el color se puede llegar hacer sin que con ello se rompa el equilibrio de la realidad.

Néstor Betancourt en ese ahora contemporáneo en el cual su obra paisajística ha tornado en un impresionismo que llamaríamos “modular alterado” (por su estilo de trabajarlo por partes y luego de terminada la obra, descollar pinceladas que alteran el realismo de la composición), hace de los objetos y el espacio una excusa para producir un color de alta pureza que vaya más allá de realidades y presente nuevas alternativas desde donde llegar hasta lo profundo de lo que nos rodea. Su obra actual quiebra el paradigma de lo convencional y de la inmediatez; es una obra profunda, lacerada en el contacto con el color y sus matices, sin descuidar las sombras y la luz, siendo celoso de la línea y el punto, permitiendo un contacto de la obra con el espectador de carácter íntimo.

Baeatrice Viggiani, experta en arte y mujer dedicada al estudio de las nuevas tendencias pictóricas latinoamericanas, ha escrito sobre Betancourt innumerables veces, manteniendo su percepción de que la soledad del artista, vista como su privacidad a la hora de crear, la densidad de sus personajes y su razón de ser de ir más allá de la materia y de la corporeidad, dan el valor absoluto a una obra que a pasos agigantados hoy se inscribe en una nueva generación artística que se puede catalogar de “románticos de la luz”; y es que la obra de Betancourt no sólo es excepcional, sino genuina, personal.

Ahora bien, es necesario ver la obra de Betancourt, para ello dejamos algunas pinceladas de sus últimos trabajos. Todos realizados en su taller en Duaca, estado Lara-Venezuela; siendo su secreto confeso de la técnica, el uso de las matemáticas y el trabajo lento y cuidadoso de los detalles. El pasado 26 de marzo estuvo de cumpleaños, por lo tanto este escrito-comentario no es más que una vía para felicitarlo y decirle que Portuguesa está inmensamente identificada con su arte y su sensibilidad artística.

Fragmento acerca de la Ética, por José Luis López Aranguren

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Se suele definir la Ética como la parte de la filosofía que trata de los actos morales. Entendiendo por actos morales los medidos o regulados por la regula morum. De tal modo que el objeto material de la Ética serían los actos humani (a diferencia de los actos hominis); es decir, los actos libres y deliberados (perfecta o imperfectamente). Y el objeto formal, estos mismos actos, considerados bajo la razón formal de su ordenabilidad por la regula morum. Pero dejemos por ahora la regula morum que transporta el problema moral, demasiado pronto, al plano de su contenido, y digamos provisionalmente que el objeto formal lo constituirían los actos humanos en cuanto ejecutados por el hombre y «regulados» u «ordenados» por él. O, dicho de otro modo, los actos humanos considerados desde el punto de vista del «fin» o «bien», pero tomando estas palabras en toda su indeterminación, porque vamos a considerar la moral como estructura antes de entrar en su contenido. Mas, previamente, debemos hablar del objeto material, porque tras cuanto se ha escrito en la primera parte, la concepción clásica del objeto material se nos ha tornado problemática.
Hemos visto que la moral surge de la psicología o antropología y, materialmente, acota su ámbito dentro de ella. El objeto material de la Ética ha de ser, por tanto, aquella realidad psicológica que ulteriormente tematizaremos, considerándola desde el punto de vista ético. Ahora bien, ¿cuál es, en rigor, el objeto material de la Ética? ¿Lo constituyen los actos, según se afirma generalmente? La palabra ética deriva, como ya vimos, de êthos; la palabra moral, de mos. Ahora bien, ni êthos ni mos significan «acto». Ethos, ya lo sabemos, es «carácter», pero no en el sentido de temperamento dado con las estructuras psicobiológicas, sino en el de «modo de ser adquirido», en el de «segunda naturaleza». ¿Cómo se logra esta «segunda naturaleza», este êthos? Ya lo vimos también: es la costumbre o hábito, el éthos, el que engendra el êthos (hasta el punto de que el êthos no es sino la estructuración unitaria y concreta de los hábitos de cada persona). En latín la distinción entre el carácter o modo de ser apropiado y el hábito o costumbre como su medio de apropiación (y como su «rasgo
Tras los anteriores análisis –los de este capítulo y todos los de la primera parte vemos que la Ética o Moral, según su nombre, tanto griego como latino, debe ocuparse fundamentalmente del carácter, modo adquirido de ser o inclinación natural ad agendum; y puesto que este carácter o segunda naturaleza se adquiere por el hábito, también de los hábitos debe tratar la Ética.
Ahora bien: en este nuevo objeto material –carácter y hábito queda envuelto el anterior, los actos, porque, como dice Aristóteles. Hay, pues, un «círculo» entre estos tres conceptos, modo ético de ser, hábitos y actos, puesto que el primero sustenta los segundos y estos son los «principios intrínsecos de los actos», pero, recíprocamente, los hábitos se engendran por repetición de actos y el modo ético de ser se adquiere por hábito. Estudiemos, pues, a continuación, y en general, los actos, los hábitos y el carácter, considerados como objeto material de la Ética.
Empezando por los actos, lo primero que debemos preguntar es cuáles, entre los actos que el hombre puede ejecutar, importan a la Ética. La Escolástica establece dos divisiones. Distingue, por una parte los actus hominis que el hombre no realiza en cuanto tal, sino ut est natura quaedam y los actus humani o reduplicative, es decir, actos del hombre en cuanto tal hombre. Sólo estos constituyen propiamente el objeto de la Ética, porque sólo estos son perfectamente libres y deliberados. Más, por otra parte, parece que también ciertos actos no bien deliberados son imputables al hombre. Entonces se establece una segunda distinción entre actos primo primi, provocados por causas naturales y ajenos por tanto a la Ética; actos secundo primi, imputables, por lo menos a veces, o parcialmente, en los cuales el hombre es movido inmediatamente por representaciones sensibles; y los actos secundo secundi, que son los únicos plenamente humani en el sentido de la división anterior.
Naturalmente, sólo un análisis casuístico y a la vez introspectivo podría establecer la imputabilidad de
Naturalmente, sólo un análisis casuístico y a la vez introspectivo podría establecer la imputabilidad de cada uno de esos actos que se mueven en la frontera indecisa de la deliberación y la indeliberación. Lo que en una teoría de la Ética nos importa señalar es el contraste, a este respecto, entre la época moderna por un lado y Aristóteles, el cristianismo y la Escolástica antiguos y la psicología actual de la moralidad por el otro. En la Edad Moderna, época del racionalismo y también del apogeo de la teología moral, se tendía a limitar la imputabilidad a actos que proceden de la pura razón, porque desde Descartes se había afirmado en realidad una mera unión accidental del alma y el cuerpo y se pensaba que el alma y la razón son términos sinónimos. Por tanto, sólo los actos «racionales» (no ya deliberados, sino discursivamente deliberados) serían propiamente humanos.
Aristóteles, por el contrario, pensaba que los malos movimientos que surgen en el alma constituyen ya una cierta imperfección, aunque sean reprimidos por ella: justamente por esto, tal sojuzgamiento o egkrateia no constituye virtud, sino solamente semivirtud. Le falta aquietamiento de la parte racional del alma, le falta la armonía interior o sofrosin.
Ahora bien, al descubrir que la fruición, como acción de fruir, constituye la esencia del acto de voluntad, no hemos puesto de manifiesto más que una de las dimensiones de éste, lo que tiene de acto, es decir, de transeúnte. Pero ya sabemos que haciendo esto o lo otro llegaremos a ser esto o lo otro; sabemos que al realizar un acto realizamos y nos apropiamos una posibilidad de ser: si amamos, nos hacemos amantes; si hacemos justicia, nos hacemos justos. A través de los actos que pasan va decantándose en nosotros algo que permanece. Y eso que permanece, el sistema unitario de cuanto, por apropiación, llega a tener el hombre, es, precisamente, su más profunda
realidad moral.


Fuente: López Aranguren, José Luis. Ética. Madrid: Alianza Editorial, 1995.

La crisis del optimismo capitalista

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Por: JORGE EDWARDS

En el último debate presidencial que acabo de seguir por la televisión -debate decisivo, de acuerdo con los comentarios unánimes, único capaz de sacar a John McCain de la posición incómoda en que se encuentra, con siete u ocho puntos de desventaja en las encuestas- tuve la impresión de que el candidato republicano se defendía con garra, con fuerza, incluso con momentos de chispa, a pesar de algunos lapsus molestos (¿productos de la edad, del nerviosismo, de la presión psicológica?), pero, en el fondo, su desventaja era demasiado evidente.

Como no estaba en condiciones de defender frente al electorado, frente a decenas de millones de espectadores, la política de la Administración actual, trataba de desmarcarse de ella a toda costa, de mostrar gestos de independencia, de reformismo interno, de libertad crítica. Era como si un candidato de la Concertación, en Chile, dijera que había estado muy pocas veces de acuerdo con la Concertación, o como si un candidato de la derecha confesara, en circunstancias extremas, puesto contra las cuerdas, que nunca le habían gustado las políticas de la derecha.

En el caso de McCain y la política económica de George Bush, que en este momento hace agua por todos lados, que entra en una crisis de consecuencias imprevisibles, en una verdadera reformulación del orden mundial, la réplica resultaba fácil para Barack Obama. Si no estaba de acuerdo con las concepciones económicas del Gobierno de Bush, ¿por qué había votado en el Senado a favor de todos los presupuestos y de las principales medidas propuestas en materias de economía por la Casa Blanca? En uno de los momentos más agitados del debate, McCain llegó a decirle a su rival: Oiga, usted, yo no soy el presidente Bush. Por favor, no me confunda.

Pero esto, seguido con la máxima atención, y después de haber escuchado durante casi tres semanas los comentarios internos, y no en un lugar cualquiera: en la Universidad y en la ciudad de Chicago, en un ambiente de análisis político acalorado, apasionado, comprometido hasta la médula, tenía un eco penoso. Era como reconocer que la evidencia, el desarrollo de los sucesos, su lógica interna, revelaban una responsabilidad que el candidato republicano trataba de eludir a toda costa, pero que lo salpicaba por todos lados.

En último término, McCain resistió, pero no pudo dar los golpes decisivos que habría tenido que dar para conseguir un cambio de tendencia. Las malas noticias económicas de hace unos cuantos días, que amainaron luego, pero que después volvieron con fuerza dramática a las primeras planas, no le ayudaron en nada. Hace poco leía en la prensa que en los meses decisivos de finales de 1929 y en 1930 hubo jornadas de alza espectacular de la Bolsa de Wall Street, pero que después siempre vino una corrección a la baja mucho más pronunciada.

En las crisis menores de años recientes este fenómeno nunca se produjo: una vez que los valores reaccionaron, después de jornadas negras, la reacción al alza se mantuvo y fue en aumento, cosa que ahora, por lo visto, no está ocurriendo.

¿Estamos, entonces, en el centro de una recesión comparable a la de los años treinta, de repercusiones internacionales quizá más profundas todavía? Nadie, que yo sepa, ha conseguido dar un diagnóstico medianamente confiable. Hay una atmósfera de anuncios, de suposiciones, de conjeturas, de pesimismo más o menos general. Si la crisis es tan seria como parece, querría decir que los gurús de la economía que se concentraban en esta universidad, los Milton Friedman y sus discípulos, con su optimismo sobre la libertad de mercado, que se elevó a veces a dimensiones líricas, no fueron tan infalibles ni tan seguros como muchos pretendían.

Un constante crítico de esto que se podría definir como optimismo capitalista, un hombre que opinaba a contracorriente y que, a juzgar por los resultados prácticos de sus negocios, no se equivocaba, es el inversionista de origen húngaro George Soros. Los profesores no lo toman demasiado en serio, sus teorías económicas son discutibles, pero el personaje tiene una capacidad de diagnóstico francamente notable. Es un especulador notablemente afortunado, con una tendencia irresistible a mezclarse en los debates intelectuales de estos días, y leerlo a él o leer ensayos sobre su caso me deja una impresión clara: no existe ninguna necesidad de seguirlo al pie de la letra, pero si uno lee sus textos y sus declaraciones con libertad de espíritu, con una conciencia crítica alerta, no pierde nada, y hasta puede, si sabe tomar las cosas con beneficio de inventario, ganar más de algo.

Soros, que se encuentra en Estados Unidos desde hace más de medio siglo, fundó en 1973 el Fondo Quantum. Desde su fundación, Quantum obtuvo beneficios superiores al promedio anual del mercado. En 1992 hizo una apuesta gigante en contra de la libra esterlina y se supone que ganó más de un billón de dólares. A comienzos del año pasado calculó que la crisis sería inevitable y se puso al frente en persona, a pesar de su edad avanzada, de su empresa de inversiones. Pues bien, las ganancias obtenidas por Quantum en el periodo recién pasado fueron espectaculares, sólo comparables, según las revistas especializadas, a las de otro de los mega-especuladores norteamericanos, John Paulson. En lo que va de 2008, sin embargo, el desplome de los valores bursátiles de la India tuvo a Quantum por las cuerdas.

Pero la historia de George Soros como especulador y hombre de negocios no es lo que me interesa en este momento. Hace algunas semanas, cité las páginas de Groucho Marx sobre el descalabro de la Bolsa en 1929, y dije que me parecían más razonables, más reveladoras, más certeras, a pesar de su humor desenfadado, o precisamente por eso, que muchas otras. En estos días, Soros y sus seguidores nos hablan de la burbuja de la especulación inmobiliaria y de su repentino descalabro. Cuando la propiedad raíz subía todos los días, endeudarse, comprar conjuntos de edificios y venderlos era una manera fácil y rápida de hacerse rico en poco tiempo y con poco trabajo. Pero un buen día, como contó Groucho Marx, alguien amaneció con una sombra de duda, optó por vender en lugar de seguir comprando, y el castillo de naipes se vino abajo.

Parece que este amanecer después de la gran farra especulativa, esta intromisión del gusano de la duda, del pesimismo, en el núcleo mismo de la euforia inmobiliaria, ya se produjo. Los sucesos de estos días lo demuestran. Pero los escépticos del estilo de George Soros y de muchas otras personas tienen una visión todavía más grave: esa burbuja inmobiliaria ocultaba en realidad una burbuja mucho mayor, que compromete al conjunto de la economía interna y externa. La explosión de esta burbuja global, que se está produciendo ahora ante nuestras narices, anuncia tiempos verdaderamente nuevos, la instalación de un orden mundial diferente, y sugiere que el dólar dejará pronto de ser la divisa hegemónica del mundo contemporáneo.

En otras palabras, la economía estaba inflada y distorsionada, los déficit presupuestarios de la Administración de Bush habían llegado a niveles monstruosos, y los trastornos de estos días no son más que los anuncios de una nueva época que asoma en el horizonte, de una página inédita, no del todo predecible, que se comienza a abrir. ¿Estamos preparados, nosotros, para estos tiempos nuevos? Algunos países tenemos mejores defensas que otros, pero la verdad es que nadie está completamente preparado, y que los cataclismos que se avecinan son de grados muy altos de sus respectivas escalas. No queda más remedio, en resumidas cuentas, y aunque no nos sintamos responsables o culpables de la debacle, que mantener la cabeza fría y resistir a pie firme.
(El País, Madrid, 22/10/2008)

ENTREVISTA: ANDREA CAMILLERI Escritor

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Su casa romana es un fumadero luminoso. A sus 83 años, Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1924) fuma 60 cigarrillos diarios -"a estas alturas, si lo dejo me muero"-, y la habitación donde escribe es pura niebla. Justo lo contrario de su nueva y fascinante novela, La muerte de Amalia Sacerdote, ganadora del II Premio de Novela Negra de RBA, que se edita antes en español que en italiano, y en la que el maestro siciliano, comunista temprano y escritor de éxito tardío con su serie sobre el comisario Montalbano, aclara, a base casi exclusivamente de diálogos y de mucho humor, las turbias conexiones que mantienen la mafia, la política, las familias, los bancos, los adúlteros y los medios de comunicación en Sicilia. Y, por extensión, en Italia. "En la isla todo es más evidente, más obvio".
Al mismo tiempo, sale en España (Salamandra) Vosotros no sabéis, un diccionario de términos mafiosos, delicioso y terrorífico a la vez, cuyos derechos Camilleri regaló a los huérfanos de los policías asesinados por la Cosa Nostra. "Es el libro que más quiero porque sirvió para ayudar a esos chicos. Parece increíble, pero Italia no tenía un fondo de solidaridad con los hijos de los policías que mata la Mafia".

Pregunta. ¿No es raro publicar antes en español que en italiano?

Respuesta. Soy un tipo de reflejos retardados, por eso nunca logré sacarme el carné de conducir. Me di cuenta de que estaba casado cuando tuve mi primera hija; supe que era escritor al traducirme. Esto es la gran confirmación.

P. Pero se han publicado artículos que dicen que las traducciones al español no reflejan su uso del dialecto siciliano.

R. Es una polémica eterna, dicen que los traductores castellanos me traicionan. Ha habido dos artículos largos en el Corriere della Sera, el segundo escrito por un conocido imbécil que dice que mi prosa gana cuando se traduce, ya que es tan complicada. Yo creo que hay traductores escrupulosos y menos, eso es todo. El problema no es la traducción, sino las cuentas que el editor echa con sus autores. Si soy un escritor de grandes ventas, ¿para qué perder tiempo en cuidar el lenguaje? Cada página cuenta, hay que ir deprisa. A mí me es indiferente, no siento ni frío ni calor.

P. El protagonista de la novela es el director de informativos de la RAI en Sicilia, aunque al final afirma usted que nunca ha pisado una redacción... Nadie lo diría.

R. Lo que digo es que nunca he estado en la redacción de informativos de la RAI en Sicilia para que no me demanden... Es una ambientación genérica, vale por cualquier lugar donde se gestiona información.

P. ¿Fuera de Sicilia es distinto?

R. En Sicilia tenemos un presidente regional, llamado Cuffaro, que ha sido condenado por colusión con la mafia, no es ninguna broma. Lo han hecho senador por méritos propios, como suele pasar en Italia. Él es onorevole, si cualquier otro tiene una multa de tráfico, jamás llegaría a ser diputado. Dirían que no tiene los papeles en regla. En Sicilia las cosas son más evidentes, más descaradas, en el continente pasa lo mismo pero son más cuidadosos, todo tiene un tono de nobleza mayor, aunque de vez en cuando todo explota. Tenga en cuenta que en Italia Andreotti ha sido ocho veces primer ministro y lo absolvieron de asociación mafiosa diciendo que fue mafioso hasta 1980, delito prescrito, y luego se redimió. Yo he hecho las cuentas de la gente que mató la mafia antes de 1980, y Andreotti ayer fue a leer la Biblia con el Papa.

P. ¿Cree que la cosa tiene solución? Varios colaboradores muy cercanos de Berlusconi han sido procesados y condenados por delitos mafiosos.

R. ¡Ninguna solución! La Unión Europea no puede decir nada sobre Berlusconi, porque ha sido regularmente elegido. El problema son los italianos, que lo votan. Él se limita a interceptar perfectamente el malhumor italiano, el malestar de la gente, y a iluminarlo con su habilidad de vendedor de coches de segunda mano. Los italianos se reconocen en él. Cuando un tipo es imputado tantas veces en procesos y no lo condenan nunca, porque el delito prescribe o él mismo ha cambiado la ley sobre la marcha para impedirlo, la gente piensa: "Qué listo es, qué grande, qué pícaro". Querrían ser igual que él. Por eso lo votan. Un hombre honesto y que casi no sabe hablar, como Prodi, no les hace ninguna gracia.

P. Prefieren al listillo.

R. En Italia triunfa la ley del motorino (el vespino). ¿Ha visto las motos por Roma? Van en sentido contrario, se pasan los semáforos en rojo, suben a las aceras y sortean los carritos de los niños, tienen derecho a todo. Ésa es la moral de los italianos.

P. No se le nota enfadado.

R. He pasado del cabreo sublime al divertimento. Tengo 83 años y he dicho basta. Veo la mala educación, el disparate, y me divierto pensando en ese dicho: el pez huele mal desde la cabeza.

P. ¿Y cómo ha permitido la izquierda que pase todo esto?

R. Tiene enfrente al Vaticano, que es berlusconista, porque no le importa un bledo que esté divorciado si puede garantizar el apoyo económico a la educación católica. "Pecunia non olet", el dinero no huele mal, siempre es bueno, venga de donde venga.

P. ¿A usted no le suscita dudas publicar en Mondadori, que pertenece a Berlusconi?

R. ¡Claro que sí! ¿Pero qué puedo hacer? Es la editorial con mejor distribución. Con Sellerio, la editorial siciliana a la que siempre he sido fiel, tiro 5.000 ejemplares a 12 euros y cobro el 10%. En Mondadori tiran incluso dos millones, los libros valen 22 euros, hacen ediciones de lujo, pagan el 15%. ¡Yo escribo para ser difundido y leído! Al menos Mondadori depende de su hija Marina, que no es su padre, y el staff editorial es de altísimo nivel, nada berlusconiano. El problema es el país. Si te haces un seguro para una pierna, el dinero acaba yendo a Berlusconi. Si publicas un libro, también. Es ubicuo, como Dios.

P. Así que realmente la cosa tiene poca solución.

R. La solución la dará Dios. Tiene 72 años. Será presidente de la República, y luego debería incluso morirse. No se lo deseo, pero es el curso normal de la vida...

Información:Se pasa un año entero leyendo el diccionario

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Quevedo decía que "el exceso es el veneno de la razón". Ammon Shea lo ha comprobado. Pensaba que si conseguía leerse los 20 volúmenes del Oxford English Dictionary tendría más vocabulario y mejor conversación. Creía que digerir el significado de 59 millones de palabras en un año le convertiría en alguien brillante.

Pero confiesa que su inmersión en el mundo de las definiciones le provocó terribles dificultades para relacionarse con los demás, dolor de espalda, problemas de vista y jaquecas.

"Tenía tal profusión de palabras en la cabeza que acabé tartamudeando y buscando cómo nombrar el pan, la leche o los zapatos", declaró en la CBS.

Los efectos secundarios de la lectura de 21.370 páginas en letra pequeña pueden ser horribles. Shea, que trabajó en una empresa de mudanzas y como gondolero antes de coleccionar vocablos, lo cuenta en el libro que publicó en Estados Unidos en verano y que llega al Reino Unido el 16 de octubre.

Reading the OED es un compendio de los términos más exóticos que encontró y un diario de lectura en el que desvela los momentos más oscuros de su titánica lectura. "Hay días en los que tengo la sensación de no hablar inglés", escribe. "Es como tratar de recordar todos los árboles que ves a través de la ventana de un tren", continua.

A pesar de la experiencia, Shea, de 37 años, sigue pensando que "un diccionario tiene las mismas cualidades que cualquier otro buen libro, sólo que en un orden diferente". Tal vez porque convive con unos 1.000 en el apartamento que comparte con su novia, lexicógrafa y profesora de psicología.

POESÍA TRUNCA CARCELARIA DE JOSÉ VICENTE ABREU

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En la poesía panfletaria y carcelaria, Venezuela ha tenido momentos estilísticos muy concretos. Uno que si bien no estuvo representado por poetas contestatarios, si hubo influencia en ellos de esa realidad social que minaba las bases de la igualdad y la solidaridad. Los llamados "españolistas", en donde se sitúan las obras de Ida Gramcko, Ana Enriqueta Terán y Luz Machado; mujeres poetas que ocupan un sitio de privilegio en las décadas de 1940 y 1950. En la actualidad destacan la poesía muy personal de Yolanda Pantin, así como las de Margara Russoto, Edda Armas, Cecilia Ortiz y Lourdes Sifontes; que si bien son poetisas de un lenguaje cuidadoso y sensible a la naturaleza humana, tienen en su poesía la fuerza del reclamo y la reflexión.

El término trunco, aplicado en nuestro caso a la literatura que en cualquier país, en determinadas épocas ha sido sometida a la censura de cualquier régimen político o al silencio voluntario del escritor (que también es una manera de truncar), nos da pie para hacer, de manera especulativa, una aproximación clasificatoria de la literatura de protesta, contestataria, trunca y carcelaria.

Siempre se ha sostenido que la literatura (especialmente el género de la poesía) es símbolo de rebeldía; y de los poetas, que son heroicos ciudadanos. Según Brito García (1998) “ellos encarnan la sobriedad, la discreción, el silencio, la modestia, la conducta cívica, el amor a la tierra, la pasión por comprenderla y enaltecerla. Los heroicos ciudadanos lo son por su desprendimiento y por su grandeza de espíritu. Jamás le pasan cuentas ni facturas al país por sus desvelos ni piensan que el país está en deuda permanente con ellos”.

La literatura, como clarín de rebelión anunciando tempestades ante el imperio de la injusticia, nos brinda la ocasión de clasificarla, en primer lugar como clandestina anónima o escrita bajo el amparo de un pseudónimo. ¿Cuántos escritos, manifiestos, poemas, textos panfletarios y hasta sagradas escrituras han sido concebidos entre sombras y soledades, huyendo de la vigilia del fantasma de la paranoia? ¿Cuántos escritores han dejado de firmar un texto comprometedor, o han utilizado el secreto encanto del pseudónimo para resguardar su integridad? ¿Cuánta porción de esa literatura clandestina se ha quedado trunca, en el anonimato, bien por el temor de las consecuencias posteriores o por abulia o descuido del escritor?

Un digno ejemplo del verbo clandestino (en gran parte) es el del primero de los libros (la Biblia), verdades, ficciones, parábolas, predicciones y revelaciones ideadas en los oscuros ambientes del escondite de aquellos escritores y mártires cristianos perseguidos por los autócratas y tiranos de la época. Por su parte, la cárcel como purgatorio de penas humanas, infierno donde se calcina el talento del hombre, ha sido –por fortuna- cantera inagotable, permanente, para la fructífera producción intelectual de los más insignes talentos hostigados por el despotismo. De allí nuestra definición de literatura carcelaria. El siglo XVII dio a luz al más grande de los libros de habla hispana: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, mientras su autor Miguel de Cervantes pagaba condena en una cárcel de Sevilla.

Subversión y redención han sido dos de las diversas causas que han marcado el destino penitenciario de muchos orfebres de la palabra durante el siglo XX. Roque Dalton (poeta salvadoreño) que resistió con valor las adversidades de la prisión. Armando Valladares (poeta cubano) condenado en 1960 a 30 años de presidio por disentir de Fidel Castro. Fue objeto de trabajos forzados y maltratos físicos que lo condujeron a padecer de polineuritis, asma severa y paraplejia flácida en sus piernas, y hasta se le negó tener acceso a la silla de ruedas que le donara la Cruz Roja holandesa. Su poesía, además de ser carcelaria, será trunca hasta que la ilumine el sol de la libertad.

Entre todos los escritores de arrojo revolucionario del siglo XX sobresale José Vicente Abreu, quien produce la más significativa obra referente a la antes mencionada dictadura: Se llamaba S N, publicada en 1964.El periodista y escritor larense Rafael Montes de Oca Martínez comenta en el diario El Carabobeño (17-10-1964): “En estos días hemos leído en Barquisimeto la novela-testimonio de Abreu, novela donde predomina una narración cruda y veraz. Más que novela es un doloroso reportaje con personajes con nombres propios tomados de la realidad, así como personajes ficticios, pero no menos históricos. Este extraordinario libro nos recuerda a “Memorias de un venezolano de la decadencia” de José Rafael Pocaterra, “Fiebre” de Miguel Otero Silva” y “Puros Hombres” de Antonio Arráiz, donde los hechos históricos dan vida a la temática”.

En materia de poesía, de Abreu no se conocía ninguna obra completa hasta que la U.C.A.B. (2000) publicó un poemario intitulado Camarada Santa (yo soy el guerrero muerto).El mismo título refleja la filosofía de su contenido: las confesiones del guerrero, ya no en reposo, sino en retiro. En el mismo año 1964, cuando se publica Se llamaba S N, el renegado bardo payareño era nuevamente preso político, esta vez de la democracia, por insurgir en un levantamiento cívico-militar contra el gobierno del Presidente Rómulo Betancourt, desde esas mazmorras “democráticas” envía a su editor un manojo de poemas producidos entre 1962 y 63, el mismo que hoy presentamos ante los lectores, a petición del incansable José Agustín Catalá. Verdaderamente, en Camarada Santa, editado por la UCAB) se aprecia la madurez del poeta, cantando y contando sus tormentosas vivencias pretéritas a una mujer, como dice Mario Benedetti: “querida o a querer”, a la que considera su sagrada confidente. Un fluido verbo, macerado y destilado en el sacrificio, para ser libado y catado en copas de libertad, aunque acosado todavía por los espectros de su ineludible paranoia, como para evocar una copla carcelaria anónima escrita en una celda de la vieja penitenciaría de Guanare-Portuguesa: “Estoy tan hecho al dolor/y el dolor tan hecho a mí,/que ya no siento el dolor/ni el dolor me siente a mí”.

Camarada Santa es una prueba de la perseverancia en el ejercicio literario que da como fruto la plenitud del escritor; no obstante, al compararlo con esta producción poética carcelaria, trunca hasta ayer, se vislumbra en ésta otra la presencia del amor sagrado, del amor de siempre... “amores que en la vida... como dice, ingenuamente, el bolero “Inolvidable”...nunca pueden olvidarse”, el amor sacrosanto de su Camarada Paloma, como única pócima, como único aliciente para mitigar el dolor de la tortura y de la angustia de ese encierro carcelario, que producen en el reo una incurable enfermedad de ausencia y fluye entonces el verso como aquella otra copla también de algún poeta desconocido: “De qué le sirve al cautivo/tener los grillos de plata,/tener las cadenas de oro,/si la libertad le falta”.

En este rápido recorrido por la esencia humana de la poesía carcelaria y su racimo de ideas que la hacen “trunca”, surge necesario que se distinga un poco más la figura poética venezolana de José Vicente Abreu; por ello es preciso reconocerlo un poco más antes de abordarlo en su creación viva: en su lugar común con la palabra.

José Vicente Abreu nace en San Juan de Payara (Edo. Apure), un 20 de junio de 1927; y se nos va de la existencia humana, en Caracas un 25 de mayo de 1987. Fue un narrador, ensayista, periodista y, sobre todo, un poeta de convicciones democráticas y revolucionarias. Vicente Abreu era descendiente de Gabriel Abreu (talabartero) y María de Jesús Rincones Sosa, ambos personas de sumo carácter que en todo momento influyeron en modelar en Vicente ese espíritu de persistencia y tenacidad. Los estudios primarios y secundarios los realizó en San Fernando de Apure, pueblo en el que inició su actividad literaria a los 12 años colaborando en periódicos escolares; para 1949 se graduó de periodista en la Universidad Central de Venezuela, y al año siguiente obtuvo el título como profesor de castellano, literatura y latín en el Instituto Pedagógico Nacional. A partir de 1950, se destacó como uno de los más importantes líderes juveniles de Acción Democrática (AD) en la clandestinidad durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Capturado por la policía estuvo preso en las cárceles de Guasina (1951-1953), Sacupana (1954-1955) y Ciudad Bolívar, permaneciendo en esta última hasta 1957, año en el que fue expulsado a México.

Regresó a Venezuela en 1958, asumiendo la jefatura de redacción del periódico comunista Tribuna Popular, cargo que ejerció hasta la clausura del mismo en 1960. En 1962, un tribunal militar lo condenó a prisión por su participación en la Insurrección de Carúpano, la cual había acontecido el 04 de mayo de 1962. A salir de la cárcel viajó de nuevo al exilio, viviendo en varios países comunistas como Cuba, Rusia, Checoslovaquia y Bulgaria, país éste en cuya capital, Sofía, se desempeñó como profesor universitario de literatura española y latinoamericana. De nuevo en Venezuela, dirigió la Imprenta de la Universidad Central de Venezuela y formó parte del cuerpo de directores del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG). Su bibliografía consta de unos de 29 títulos entre los cuales destacan, Manifiesto de Guasina (1952), obra inspirada en su experiencia en la cárcel del mismo nombre, a la cual fue trasladado en 1951, texto que fue publicado en 1959, bajo el título de Guasina, donde el río perdió las siete estrellas, que en su momento fue catalogado por la crítica como «poemario-tragedia» y «novela histórica»; Se llamaba SN (1964) y Palabreus (1985). También realizó biografías a destacadas figuras de la cultura y la política venezolana como Rómulo Gallegos, Vicente Emilio Sojo, Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevali, y Antonio Pinto Salinas, entre otros. Durante su vida como escritor y político, utilizó varios seudónimos, entre ellos, los de Martín Martínez, Máximo Miliciano, Guanipa y José Bello.

Pero esta remembranza de Abreu más que de hablar de él, nos lo oculta, porque él como poeta rebelde, como poeta confinado a sufrir el cerco de su libertad, no era una simple fecha o una nota histórica. Su trascendencia iba más allá del hombre cronológicamente tapiado de hechos, ya que él significaba muchas historias.

Según Jesús Sanoja Hernández (“Nueva voz popular”, Caracas, 14 de marzo de 1969): “Al explicar José la variación en torno a la cárcel, en forma de cartas de sus viejos papeles de presión, aducía que no sólo se trataba de reconstruir una situación histórica, sino proyectarla como ejemplo hacia las nuevas generaciones… A Abreu lo obsesiona que olvidemos, al paso de las trampas de la democracia representativa, estos padecimientos carcelarios, estos sacrificios y cristalizaciones de la lucha”.

Otro poeta y ensayista, de origen merideño, Rigoberto Henríquez Vera (“La República”, Caracas, jueves 13 de agosto de 1969), escribiría refiriéndose al sentido de la poética de Abreu: “…vivió en carne propia los procedimientos infamantes de las cárceles y campos de concentración del perezjimenismo. Varios millares de venezolanos corrieron igual suerte y padecieron iguales atropellos. No hay exageración, fantasías ni falsedad…”

Y no menos descriptiva es la reacción de Frank Peñaloza (“El Mundo”, Caracas, martes 18 de agosto de 1964): “José Vicente Abreu, en manos del verdugo implacable, fue capaz de sobreponerse a la degradación que le querían imponer y nos ha enseñado a gritar: vengan con su crueldad, yo los espero: no tengo miedo de ustedes. Pero: ¿cuántos de nosotros llegarían con el protagonismo hasta el límite del tratamiento aplicado por venezolanos a venezolanos? O para ir más lejos: ¿un paso más en la pureza de los métodos para que toda posibilidad de una victoria personal como ésta desaparezca?”.

Si hablamos de Abreu como un poeta actual tendríamos que decir: su poesía es europea, latinoamericana, norteamericana, entre otras; son de tan distintas especies cada modular de estrofas que marca huella en su poética, pero habría que referirse más bien a esa poesía de Abreu que temblorosamente se produjo de calabozo en calabozo. En el poeta preso se ve una especie de avanzada, sus imágenes están intentando no copiar, con una visión personal de libertad, y eso inquieta. Este fenómeno en los poetas, de crear con sufrimiento extremo, es una excusa para referirse al sentir y al vivir libremente desde un plano excelso de soledad. Los poetas rebeldes que han calcado tanto sufrimiento en su proyección a través de la palabra, tienden a confundirnos con el desasosiego. Vicente Abreu rompe ese paradigma del poeta en la cárcel demente y desquiciado, se arma de valor y hace lo único que su energía vital sabe hacer: escribir.

Así nos llega la razón de ser del presente libro: poemas dispersos escritos entre los muros y barrotes de una prisión. Y estos poemas inéditos, no leídos y apreciados por nadie en mucho tiempo, hoy toman vida propia, se alimentan del claro manantial de la esperanza y se hacen vigentes, impetuosos, reaccionarios: descriptivos de lo que fue la vida carcelaria desde el punto de vista de un protagonista excepcional: José Vicente Abreu.

Hacer poesía política como la que está impresa de manera trunca en estos poemas que hoy presentamos de Vicente Abreu, no significa hacer poesía panfletaria, sino que su creación profundiza en hechos históricos y situaciones que tienen que ver con la comunidad y con la lucha de la comunidad debido a algunos factores que tienen relación con estas utopías que dan por muertas muchos demasiado prontamente. Toda esa poesía tiene gran un valor, por ejemplo, no deja de ser poesía política las Alturas del Machu Pichu, que es una obra maestra. Una cosa no está reñida con la otra. Lo esencial no es el tema, sino que sea buena poesía, y de eso está sobradamente expresado en los escritos de Abreu. Pero en el ámbito de la idiosincrasia venezolana, el calificativo de poesía trunca carcelaria toma otra connotación: es la poesía que no pudo ser lacerada por el autor; una poesía que al salir es tomada por el pueblo y se dispersa en las voces de la calle para que a través de los labios del bodeguero, del taxista, del buhonero, pueda surcar los caminos y convertirse, definitivamente, en poesía estructural y con sentido. La poesía de Abreu es carcelaria, porque su espacio físico de nacimiento e inspiración fue la cárcel, y cárcel pagada por pensar diferente, por aspirar motivar a un colectivo a que cambiara los viejos esquemas retrógrados por unos nuevos más visionarios y emancipados.

Ahora bien: ¿qué significado tienen los poemas inéditos de José Vicente Abreu? ¿Es una poesía rebelde o panfletaria o es una poesía política y humana?

Esta recopilación de poemas de Vicente Abreu, se remonta a la década de los sesenta, concretamente a los años 1962 y 1963. Contiene excelentes poemas que no son políticos de manera directa, sino que por lo contrario son poemas humanos, descriptivos de la soledad que consume a un reo en el calabozo; poemas lanzados a conquistar los espacios del alma más que los de las ideas; pero son poemas a vez surgidos en esa experiencia de privación de libertad, lo cual los hace rebeldes, impetuosos, desafiantes de realidades que corrompen esa belleza sutil y profunda que anida en el interior del poeta.

Quienes se topen con este libro encontrarán una poesía diligente; se sorprenderán de la ubicuidad ideológica del autor, que hace posible leer sus poemas en forma casi intercambiable. Obviamente hay muchos que llevan inscrito su momento y su blanco: “Que escriban los demás/de lo que quieran,/ yo no le niego a nadie /un lugar,/un trozo de sí mismo/para hacer /en su casa, /en la calle,/en el bosque/o en el/pico/de un ave/de su propio tamaño/las hogueras… (Cuartel San Carlos, 21 de enero de 1963)

Ahora bien, estos poemas dispersos son un canto en silencio a su adorada Beatriz (compañera del poeta en aquellos días de cárcel a comienzo de los sesenta), a quien él expresa su profunda melancolía por no tenerla y su profundo dolor e indignación por no contar con la libertad para ofrecérsela. Un ejemplo de ello es este poema: Media noche, amada, /aún no duermo…/estoy contigo, /pero extiendo/mi mano/y sólo encuentro /el vacío sepulcral/de las tinieblas/al lado de mi cama…/Media noche,/empiezan a cantar /unos gallos,/allí lejos,/aún no duermo/faltan aquí/tus manos que me dan/la certeza del alba.

Más interesante que el trabajo convencional de clasificar al poeta político es el análisis de su forma de operar políticamente en el interior del lenguaje. A este respecto, se le podría aplicar a Abreu los conceptos que un brillante ensayista chileno, Martín Hopenhayn (ideas tomadas de un artículo de Ignacio Valente, publicado en El Mercurio, Santiago, 18 de diciembre de 1983, refiriéndose a la obra de Nicanor Parra), el cual los usa para definir la operación verbal y crítica de Kafka, salvada las diferencias de la analogía. Hopenhayn llama "literatura del trapecio" a la que exagera ciertas facciones de su objeto -como una caricatura- para vulnerarlo y trascenderlo: lo violenta, lo empuja hasta sus límites y así patentiza su limitación; enfrenta el lenguaje como discurso ideológico y justificación del orden, el lenguaje como discurso insurrecto: "El escritor es un trapecista que le vende el alma al diablo para derrotarlo". Pues bien, la poesía política de Abreu es esencialmente una "literatura del trapecio" y también, si queremos, del baile en la cuerda floja. Cuando Abreu asume de cierto orden establecido expresiones como: “No puedo irme ahora, / hijos míos, /No puedo irme/”; lo que hace es precisamente invertir el sentido del discurso ideológico: subvertir. De un slogan convencional extrae su efecto inverso, la caricatura que lo hiere y trasciende: “Esas ametralladoras están allí/exclusivamente/para dispararme/si me voy como cualquier/ mortal/con mis hijos y la amada/de la mano.”

La ironía política y el humor negro se mezclan en la poética de Abreu inyectando en el interior un discurso convencional cargado de profundidad. Es evidente que no todos los poemas políticos de Abreu se dejan explicar por este procedimiento, pero eso ocurre con muchos de ellos, y sobre todo con los mejores. Hay otros que pagan un excesivo tributo a la idea, a la conclusión o moraleja, sin verbalizar la operación subversiva.

José Vicente Abreu escribe una poesía de denuncia o de solidaridad, que fácilmente podría, como ya se ha expresado, salir panfletaria y/o carcelaria, sin embargo consigue mantenerse en el tono poético exacto. Dentro de este contexto hay una continua y sistemática convergencia entre la insurrección social y alzamiento erótico de la mujer. Debe subrayarse el talento de Abreu para luchar por tres cosas que en estos poemas se identifican extrañamente: la libertad y democracia, el amor de hombre por su mujer, y la vida diaria del preso descrita en el rigor de la palabra poética.

Esta poesía hace buena alianza con la condición militantemente del hombre contemporáneo hacia la naturaleza y hacia el rescate de la condición humana; no incurre en los clásicos moldes de la poesía rebelde, ni tampoco en las proclamas de un ideologismo convencional, sino que revela ciertas profundidades del alma del poeta en el acto mismo de su insurrección pólítica, por lo cual tiene algo de cósmico.

Sin embargo, esta constante búsqueda de una definición esencial del hombre y la libertad, quedaría de algún modo trivializada si sólo se sostuviera en la conjunción con la nota de protesta social, por lo contrario los poemas se abren así mismos, dejando a un lado todo compromiso político, se da rienda suelta al misterio de la intimidad del poeta con su anhelo de libertad.

Estos poemas de José Vicente Abreu, truncos y olorosos a cárcel, a diferencia de los escritos y publicados en el texto “Camarada Santa”, son un muestrario de un gran poeta romántico y nostálgico. Es una recopilación de versos dedicados a los sueños, anhelos y esperanzas. No quedan en el simple ejercicio poético, van más allá, crecen y se glorifican en el cuerpo de Beatriz Catalá, musa y amada del poeta; hilándose entre recuerdos y situaciones de la vida dura del preso. Es perennemente el canto a la libertad que todo hombre lleva por dentro y que sólo es capaz de describir cuando se encuentra privado de la vida libre: de su autodeterminación como ser humano.

El anarquismo y terrorismo en la corriente social contemporánea

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El siglo XX llegó con una avasallante fuerza transformadora. Los cambios en el orden tecnológico empezaron a suscitarse de forma tan rápida que eran imperceptibles para los individuos so¬brevivientes del siglo anterior, que si bien presentían la realidad de la transformación iniciada con la Revolución Industrial, nun¬ca se acercaron en sus previsiones a la velocidad con que las co¬sas iban presentándose.

La Primera Guerra Mundial impulsó, por necesidad de subsis¬tencia, el desarrollo de técnicas e instrumentos bélicos. La Se¬gunda Guerra Mundial perfeccionaría esos avances y como consecuencia indirecta de los estudios y preparativos de artefactos superiores a la fuerza humana, se nutrió el campo del intelecto y nuevas teorías inundaron el globo. La humanidad se hallaba en¬caminada a su más alto dominio del medio, no sólo en razón del poder que sobre algunos fenómenos naturales había adquirido, sino además en cuanto a la posibilidad de la gran decisión de extinción de la propia humanidad.

Keith Melville, en su obra "Las comunas en la contracultura" (1972), describe lo que hasta el momento la sociedad industrial había logrado con verdadera magistralidad: “En nuestro tiempo, la lógica perversa de la abundancia, un resultado de la revolución industrial, ha revertido la formu¬lación de Marx (en cuanto a que las contradicciones esen¬ciales de cualquier sociedad se concentraron en el proleta¬riado). La clase trabajadora, que participa ahora de los beneficios, se muestra dócil y conforme, y los enfrentamientos entre melenudos y obreros son la evidencia más reciente de que los trabajadores se han convertido en celosos defen¬sores del statu quo. Hoy en día, las contradicciones centra¬les del Occidente próspero gravitan sobre los jóvenes, quie¬nes ven cara a cara todos los conflictos porque están bus¬cando un estilo de vida sin encontrarse económicamente o psicológicamente comprometidos con el statu quo.”

Las contradicciones son evidentes; vivimos en una econo¬mía de abundancia, pero seguimos comportándonos como si nos rodeara la escasez. Esa juventud vigorosa que enfrenta las contradicciones del si¬glo XX, también ha recurrido al pensamiento anarquista. No sólo la vemos reflejada en la actitud radical del movimiento "hippie" de los sesenta (que corresponde al modelo analizado por Melville), sino también en las banderas rojinegras del mayo francés de 1968, levantadas precisamente contra la conciencia social de las clases medias y del comunismo soviético o "socia¬lismo real".

Esa pérdida de valores de la sociedad actual viene matizada por un control de los medios de comunicación de masa (televi¬sión, radio, prensa) y una inteligente campaña subliminal que transgrede los principios esenciales del resguardo de los dere¬chos del individuo, e inserta los intereses de la clase dominante; armas con las que no contó el anarquismo en el siglo XIX y las cuales en el presente le son vedadas, tanto por su elevado cosió de adquisición como por los controles burocráticos que autoriza¬rían su libre utilización:

Si bien muchas utopías del pasado fueron antídotos como el desorden, la lección de la anti utopía y de los últimos años explica que nuestra sociedad no está amenazada por desorden sino por el exceso de orden. En este contexto A resurrección de la tradición anarquista tiene sentido.

La sociedad actual defiende y justifica el centralismo con el argumento de que genera eficacia y sanciona ciertas regulacio¬nes inevitables ante la complejidad de la vida moderna. El anarquismo asume, ante esta realidad, la tarea de desmantelar tantas formas de autoridad y opresión como resulte posible. A diferen¬cia de la mayoría de los utopistas, los anarquistas prefieren la li¬bertad al orden. El anarquismo supone que la única forma legítima de regu¬lación, es la autorregulación. Toda autoridad externa es, a su juicio, ilegítima.

Anarquismo significa vida sin gobierno. A pesar de todas las divergencias que han existido entre los escritores anar¬quistas, todos comparten la suposición básica de que los hombres son naturalmente buenos, de que, situados en un medio ambiente donde la autoridad desmedida no les co¬rrompa, donde no les perviertan las instituciones, pueden convivir espontáneamente y trabajar por el bien de la sociedad total.

Melville no descarta que, al igual que otras ideas sociales de brillante marco teórico, el anarquismo no llegue a satisfacer todas las demandas de la compleja sociedad del siglo XX; pero de algo sí está seguro, el "anarquismo resulta particularmente vul¬nerable a lo que Thedore Roszak llamó adolescentización". Es decir, la ideología de "haz-lo-tuyo", significa que toda persona que diga a otra que haga algo está lanzada a un viaje de poder. El anarquismo es una crítica del crecimiento canceroso y la autoridad disfuncional.
Los anarquistas han señalado que la única comunidad via¬ble será aquella donde las personas se autorregulen. Con Melville se refresca la idea anarquista en su marco políti¬co, al insertarla en la sociedad contemporánea. No sólo contrasta los alcances de la juventud predécada de los ochenta, sino pro¬yecta esos alcances, que no son más que las contradicciones en¬tre una economía de abundancia y una escasez de valores, hasta más allá del año 2050. Para que la sociedad postindustrial logre integrarse y relacionarse como verdadera comunidad de hom¬bres, debe producirse un cambio substancial, no sólo en el plano extremo, sino en el interior de cada individuo.
Importantes pensadores del presente siglo, han tomado del W anarquismo principios con que edificar sus teorías sobre la Sociedad Industrial. Algunos de ellos, de tendencia conservadora, o marxistas radicales, e incluso devotos cristianos, han coincidido en ver la sociedad como un todo humano que necesita de un principio elemental de orden natural. Y este orden natural lo da únicamente la libertad. A tal respecto disertaremos sobre tres intelectuales que han dado al siglo XX una presencia genuina de | las ideas anarquistas. Ellos son: Emmanuel Mounier (1905-1950), Noam Chomsky (1928- ) y Jacques Maritain (1882-1973). Decimos "una presencia genuina", en función de que algunos de sus postulados llevan consigo las aspiraciones que en el siglo XIX planteó el anarquismo para la sociedad. En ningún momento colocaremos a estos pensadores como anarquistas, porque evidentemente no lo fueron, pero su cosmovisión hace vibrar aún aquellos anhelos de los hombres que han querido cambiar la sociedad. La concordancia entre el pensamiento anarquista y las ideas de estos pensadores, está inscrita en la fase filosófica y no en una tarea propia de transformación social.

Emmanuel Mounier expone un pensamiento claro y movido por el propósito de rescatar esa esencia humana caracterizar por el espíritu. Considera que la persona "se adhiere a una jerarquía de valores, unificando toda su actitud en la libertad al responder a una vocación singular".7 Pero esta libertad tiene su connotación: "es el ejercicio de la espontaneidad inclinada en el sentido de una liberación. Esta libertad total no debe hacemos olvidar las libertades concretas de cada persona".
En este respeto a la persona (a sabiendas de que la "persona" es lo que en el hombre no puede ser utilizado); a los valores del espíritu, a los valores de la cultura, en que Mounier funda su teo¬ría del "personalismo", que surge como propuesta el fin último de guiar al hombre en la búsqueda de su propio camino. Vemos aquí reflejado el principio de autonomía anarquista, mediante el cual la sociedad, a través de su propia identidad, busca vías de organizarse en función de sus necesidades propias.

Ahora bien, esa sociedad que alcanza la libertad, o se encami¬na hacia ella, no puede comportarse aislada del orden que la integre con su mundo, y aún más importante (según Mounier), que se integre consigo misma en la medida singular de todos los hombres:

No soy únicamente libre por el hecho de ejercer mi espon¬taneidad; llego a ser libre si inclino esta espontaneidad en el sentido de una liberación, es decir, de una personalización del mundo y de mí mismo.

Mounier también opina sobre la propiedad, tema muy debatido entre los anarquistas; nos dice al respecto: “...nadie puede disponer para otro de su propio necesario vi¬tal, porque nadie dispone de su vida: a menos que el bien común, que debe ser preferido al bien de la persona física, no esté interesado por este don”.

La distribución de lo superfluo está exigida por la única razón de la superfluidad. El problema de la riqueza se plantea al rico, en su relación consigo mismo, separada¬mente de toda otra consideración. Aunque estuviera solo delante de un mundo feliz, le quedaría todavía el salvarse de los peligros de la riqueza.

A raíz de la Revolución Francesa (1789), aparece en el esce¬nario político la figura de una nueva clase dominante: la burgue¬sía. Era esa misma clase a la que Proudhon criticaba por su in¬sensibilidad hacia el trabajador, esa misma clase que Bakunin señaló como epicentro de desigualdad. A esa misma clase que duramente le declaró la guerra a Marx y a Engels, Mounier la destaca en un análisis de interpretación muy interesante: “Cada uno de nosotros lleva en sí una mitad, un cuarto, un octavo o un doceavo de burgués, y el burgués se irrita den¬tro de nuestra persona. Entendámonos. No se pasa la fron¬tera con una cierta cifra de rentas. El burgués frecuenta to¬das las latitudes, todos los medios. Si su moral ha nacido en una clase, ésta se ha deslizado hoy, como un gas pesada hacia las bajas regiones de la sociedad. Arriba, alguno» grandes capitanes o piratas de la industria, socialmente burguesa, se le escapan. Abajo, los violentos.”
Para la burguesía la familia implica constituir una sociedad cerrada, hecha a la imagen del individuo que propone el mundo burgués. Es decir, una prolongación del dominio, para aquellos capitantes o piratas burgueses, y una prolongación del espíritu de protesta para aquellos burgueses relegados a la violencia.

El individuo que el mundo burgués propone posee un sentido de la vocación y del servicio, inspirado en los cuidados del igualitarismo de sus intereses. Del mismo modo, expresión de la voluntad de poder o, "más comúnmente", defensor de un confort tradicional que lo enmascara en una "hipócrita rigidez": “No hay ninguna dictadura visible, sino una dictadura invisi¬ble: la del espíritu burgués”.
El burgués tiene una virtud cordial; solicita la participación con gran gentileza y se va adueñando de las cosas con gran di¬plomacia. No demuestra directamente su desprecio, lo esconde; no demuestra sus intenciones, las disfraza. Sólo manipula y en¬gaña, pero siempre con la buena intención de estar haciendo lo correcto, en beneficio de lo correcto: su propio interés.

Los valores del burgués están inscritos en la cantidad de poder que pueda poseer, el cual no sólo le dará propiedades sino influido sobre sus semejantes. El burgués se define ante todo como propietario. Está poseído por los bienes. La propiedad ha substituido la posesión.

Esta reflexión, inspirada en gran medida en una interpretación rotunda de la sociedad actual, nos deja en claro el espíritu de os detentadores del poder en el siglo XIX; y ello, a su vez, nos permite comprender aún más la óptima crítica que hacia ellos tuvieron los clásicos anarquistas.

En lo que respecta al Estado, negado de raíz por Proudhon, Bakunin y otros pensadores anarquistas, tiene Mounier una connotación muy especial. En primer lugar, el Estado debe existir como presencia de un aparato administrativo que tome decisiones, pero ha de llenar ciertas condiciones; debe haber sinceridad en su representación, así como ser expresión de ella. Su función ^ a vida política debe ser espontánea y sancionada, ya que la mayoría gobierna para todos y para la educación y no para el exterminio de la minoría:
Cuando la representación traiciona su misión, la soberanía popular se ejerce por presiones directas sobre los poderes. El Estado nacido de la fuerza y olvidadizo de sus oríge¬nes considera estas presiones como ilegales.

El anarquismo no tolera traición alguna ni reconoce mayor re¬presentante que la soberanía popular. Por ello no admite tesis gubernamental ni estatal, mas, como opción ético-moral, los ar¬gumentos presentados por Mounier le son afines, en cuanto a que el Estado debe saldar su deuda con el pueblo.

Mounier nos dice también que el primer medio espiritual no es (para hacer la revolución), una toma de conciencia revolucio¬naria sino aprender (y aprehender) a ser persona.
Noam Chomsky, por su parte, es temerario al describir el pensamiento anarquista, no sólo como los clásicos lo han hecho, sino como él mismo los ha interpretado. Chomsky sostiene que si el liberalismo hubiera sido consecuente, despojándose de la degradación capitalista, habría acabado por rechazar precisamente lo que por liberalismo se entiende hoy, y asegura que en nuestro tiempo un "anarquista conciente", ' a de ser socialista: “Los ideales clásicos racionalistas, acrisolados por el roman¬ticismo confluyen pues, en la reconstrucción radical de la sociedad para liberar el impulso creativo y no para estable¬cer nuevas formas de autoridad.”
Chomsky utiliza en sus "Notas Anarquistas" (ensayo publicado como presentación del libro de D. Guerin, "Anarquismo: de la teoría a la práctica"), una variedad de citas de enlace con el pensamiento de Bakunin y Kropotkin, edificando así una argumentación con bases sólidas en el pensamiento anarquista, la 1 dirige, en forma crítica, no sólo al arquetipo de sociedad industrial, sino específicamente, a la sociedad norteamericana que, a su juicio, no sólo experimenta una fracaso social y político, sino cultural por excelencia.
Como reflexión consciente sobre la sociedad, Chomsky es cla¬ro: “El problema de liberar al hombre del curso de la explota¬ción económica y de la esclavitud física y social es el pro¬blema de nuestro tiempo. Mientras tanto sea así, las doctri¬nas y la práctica revolucionaria del socialismo libertario servirán como inspiración y guía.”
A todas éstas, Chomsky considera que estamos en el umbral de las investigaciones que develen las entrañas del hombre y su sociedad, pero de algo sí estamos seguros: “...hemos aprendido (...) no sólo cómo no se ha avanzado del reino de la necesidad al reino de la libertad, sino que bajo la palabra socialismo se ha ido esfumando el ideal comuni¬tario de una humanidad liberada. Una sociedad tecnocrática y aburrida, más preocupada por el éxito que por la gloria, incapaz siquiera de producir mitos (a no ser que llamemos mitos al coche y a la lavadora o a la pobre secularización de nuestra historia religiosa) se impone descreída por todas partes”.
Chomsky enlaza sus ideas con una cita de Bakunin a propósi¬to de la Comuna de París, la cual, en sus propias palabras, re«r me la actitud y aptitud de Chomsky en su "anarquismo conciente.
Soy un fanático amante de la libertad considerando que ésta es la única condición bajo la cual pueden desarrollarse crecer la inteligencia, la dignidad y la felicidad humana. Jacques Maritain, en su libro titulado "Principios de una polí¬tica humanista" (1969), refleja su visión política de forma muy particular: “Hemos (...) enfrentado una paradoja: el antidemocratismo dictatorial es a la vez el fruto de la destrucción del democratismo anárquico; hipocresía a que se aforran los viejos teóricos del absolutismo que dan lugar al abierto desprecio de la justicia y de la verdadera autoridad y al rabioso auge de la fuerza y del poder sin otra autoridad que él mismo. Y ese estado de espíritu democrático que (...) anhela realizar la vida social y política por la autoridad del derecho y exal¬ta la estima y el amor hacia el ser humano parece concluir¬se y disolverse en la completa negación práctica del dere¬cho y de la dignidad humana.”

Hay, sin duda, en el origen de esta paradoja, una contradic¬ción de tipo proudhoniana: ¿Será la democracia de tipo proudhoniana quien la elevará?

Maritain anhela una democracia que suprimiendo la autori¬dad, suprima también, como efecto, el poder. Pienso, nos dice, que la democracia de tipo proudhoniano tendría mejor cabida en un sistema socialista; suprimir el gobierno de los hombres por la administración de las cosas, equivale a convivir en un orden de libertad por todos deseados. Aunque, y ello advierte Maritain, no podemos descartar su connotación utópica, que la hace, si bien muy humana y perfecta, muy reservada de credibilidad práctica.

Maritain no fue un anarquista devoto, pero sí un pensador que coincidió con el anarquismo en el anhelo de una sociedad democrática en el sentido de la participación, en razón de las metas a alcanzar: libertad, dignidad, paz, felicidad. El humanismo sólo puede (nos dice Bloch), manifestarse plenamente en la realización de la Utopía, utopía con la que los individuos han soñado en todo tiempo; ya que el hom¬bre sólo puede edificar el conjunto de sus intenciones primeras, pero éstas están frecuentemente presentes, incluso si aparentemente se "observan".

El anarquismo ideológico ha sobrevivido a los ataques re¬accionarios de la clase burguesa. Aún permanece en nuestra so¬ciedad como emblema de cambio y de rescate de la libertad, pero esa permanencia la está sobrellevando con nuevas utopías; nuevas búsquedas interiores de un humanismo inexistente. Aún no ha logrado transformarla en realidad.

Cristianismo y anarquismo en cuanto al upo de humanismo que profesan (y en cuanto al tipo de socialismo), tienen en co¬mún el propósito de una acción transformadora y liberadora. El anarquismo es, en el pensamiento contemporáneo, el "hu¬manismo integral". Su lugar no está limitado en cuanto a las me¬tas, sino en cuanto a la conciencia de cada individuo de lo que ellas significan. Siempre la libertad natural del hombre ha preva¬lecido en cada tiempo histórico; que el hombre no descubra, que el hombre no llegue a obtener en su fugaz paso por la vida tal derecho natural, no es cuestión de ignorancia sino de intereses.
Los intereses de un grupo que sí ha tenido la libertad (o cree po¬seerla), pero cuyos integrantes son incapaces de trasmitirla y la acuñan como de su propiedad. El anarquismo intenta en su razón de existencia más evidente, verter en la mayoría la libertad de que ésta ha sido privada por la minoría a través de una revolu¬ción social en todos los niveles. El anarquista del siglo XX es, como sabiamente dijo Chomsky, un "anarquista concierne". Pero a tal afirmación habría que añadir: "concientemente humano"; puesto que todas las fuerzas fluyen hacia ese manantial inagotable de energía y razonamiento, donde los días tienen sentido de día y la noches, sueños fundidos sobre una mañana de "humanidad libertaria".