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En la poesía de Jorge Ortega
El autor mexicalense presentó por primera vez en México su poemario “Estado del Tiempo”, título que figuró como finalista único del XX Premio Hiperión de España en 2005.
Por:Enrique Mendoza Hernández
Así como Baja California tiene a uno de sus máximos representantes de narrativa en la pluma de Daniel Sada, el estado también puede presumir a un poeta de altos vuelos: Jorge Ortega। Al menos el aval de los premios así lo indica: Ambos cachanillas han sido reconocidos por editoriales españolas de añeja tradición, como Anagrama e Hiperión, respectivamente.
Hay que empezar diciendo que Jorge Ortega (Mexicali, 1972) fue finalista único del Premio de Poesía Hiperión 2005 en la Península Ibérica, otorgado por la editorial homónima, uno de los sellos de mayor prestigio en el mundo hispano.
El afortunado poemario fue introducido hace años en Barcelona, Madrid, Cartagena, Granada, pero no en México. Tijuana tuvo recientemente la oportunidad de valorar la poesía hecha en Baja California y reconocida allende los mares.
De entrada, el novel poeta reconoce a propósito de la obtención de semejante distinción:
“Ser finalista único del Premio Hiperión le ha dado a mi trabajo una visibilidad que no hubiera tenido sin este galardón; premios de esta naturaleza, premios transatlánticos como el Herralde de Anagrama, que recibió Daniel Sada; el Premio Hiperión, en este caso del cual resulté favorecido, no puedo negar que la principal ventaja o el principal privilegio que esto concede, es que la obra de la noche a la mañana adquiere una visibilidad que quizá le hubiera tomado cinco o hasta diez años alcanzarla, esto abre muchas puertas”.
Pero antes de adentrarnos en su propuesta literaria, vale una breve introducción:
Jorge Ortega es poeta, ensayista y crítico literario, Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde 2007 es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, en el renglón de las letras.
Entre sus obras destacan: “Ajedrez de Polvo” (Tsé-Tsé, Buenos Aires, 2003) y “Tríptico Arbitrario” (título ganador del Premio Estatal de Literatura en la categoría de Ensayo 2004, convocado por el Instituto de Cultura de Baja California, ICBC).
Su obra figura en antologías como “El Manantial Latente. Muestra de Poesía Mexicana desde el Ahora” (2002), “Árbol de Variada Luz. Antología de Poesía Mexicana Actual” (2003) y “La Luz que Va Dando Nombre. Veinte Años de la Poesía Última en México” (2007).
En tanto que la métrica, las formas básicas y clásicas, se manifiestan en su quehacer poético.
Desde las formas básicas
Jorge Ortega se ha ganado el reconocimiento internacional por el uso exacto e irónico de versos octosílabos, endecasílabos, alejandrinos; aun cuando hoy en día lo que abunda entre los poetas es el verso libre:
“La fecha nos congrega en la explanada / para conmemorar la Independencia. / Ascienden los silbidos como fuegos / de artificio, y estallan en lo alto. / El domo de la noche va mostrando / una constelación más terrenal, / el surco de faroles imprevistos / desvanecidos luego por el aire. / “Soplan vientos de cambio”: / ya el verano / empaca sus fervores demenciales / y cede la tropósfera al otoño. / La gente usa chamarra, luce alegre / como si el clima entrante denotara / la virtual solución de sus problemas”. (Del título endecasílabo “Novedad de la Patria” incluido en el poemario “Estado del Tiempo”).
En el Premio Hiperión, el jurado (integrado por los poetas Francisco Castaño, Luis García Montero, Almudena Guzmán, Jesús Munárriz, Carlos Piera y Jenaro Talens) dictaminó sobre “Estado del Tiempo”: “La poesía de Jorge Ortega destaca por su singularidad, así como por su invención verbal y su carácter irónico, que entroncan tanto con la clasicidad como con la mejor tradición lírica hispanoamericana”.
De acuerdo con el autor, el poemario lo desarrolló entre 2000 y 2001, cuando fue becario del Fondo Editorial para Cultura y las Artes.
“En principio era un libro que había pensado como una especie de lectura espectral, continuada, de lo que era el año atmosférico, el ciclo de las estaciones, del estado del tiempo, que le correspondiera a cada una”, asegura.
Sin embargo, el proyecto cambió sustantivamente en el transcurso, cuando Ortega se dio cuenta de que la única forma de tratar este tema de la meteorología era hacer una lectura paródica de este tópico que ya había sido de interés tanto de los clásicos precolombinos, como también de los autores del Siglo de Oro, de algunos autores románticos y también de ciertos poetas estadounidenses e ingleses del Siglo XX: “Me di cuenta que la única forma de conseguirlo era haciendo un discurso contradictorio con el cual las formas clásicas que se abordan en este repertorio dialogaron de manera crítica con el contenido, utilizar formas clásicas generalmente reservadas a materias aparentemente trascendentes, ‘importantes’, para tratar un tema frívolo o banal como pudiera ser el estado del tiempo”, confiesa el poeta.
“Es una ironía basada en un diálogo crítico basado entre la forma y el tema; entre la forma prestigiada utilizada como un recipiente en temas aparentemente intrascendentes”.
— ¿Tú eliges la forma de escribir simétrica, heptasílabos, octosílabos, endecasílabos, o los poemas así lo determinan?
“Cada poema exige un ritmo propio, una prosodia única, su manera de decir las cosas, de modo que nunca me he propuesto escribir un poema en endecasílabos o alejandrinos, o un soneto o un texto en liras. Siempre he dejado que el poema respire, que el poema adquiera su metabolismo, su propia vida. Es una operación más instintiva que racional”.
— ¿Qué puedes decirnos de que hoy en día la mayoría de los poetas optan por la poesía desde el verso libre y muy pocos escritores dominan las formas básicas y clásicas que la historia ha heredado?
“Mi opinión es que de pronto he advertido un vacío en cuanto a la formación de los autores. Los poetas leen solamente a aquellos poetas que les interesan por afinidades formales o discursivas, pero siento que hay vacíos considerables en torno a los autores que no se identifican con nuestro proyecto creativo. Esas lagunas ocurren a partir del rechazo que de pronto se tiene hacia la posibilidad de otras poéticas. Por ejemplo, se ha llegado a creer que la poética de lo coloquial descarta la poética de la metafísica, o que la poética de la metafísica descarta la poética de la experiencia.
“Buena parte de los poetas contemporáneos ven su proyecto creativo como un proyecto que excluye aquello de lo cual se diferencia, por lo que algunas tradiciones idiomáticas o ciertas fases de la historia de la poesía o de la expresión poética quedan en el olvido o el desconocimiento”.
— ¿Qué consecuencias trae desconocer esas tradiciones idiomáticas o etapas históricas de la poesía?
“Esto nos lleva a encubrir ciertas ingenuidades, es decir, creer que estamos inventando el hilo negro con la poesía erótica o poesía coloquial, cuando hace quizá dos mil años los autores romanos trataron esos temas de un modo un tanto más desinhibido y en una sociedad mucho más receptiva a ese tipo de propuesta”.
— ¿Es posible ser creador de poesía aun cuando no se dominan las formas básicas del verso?
“Es posible, desde luego, ser poeta desconociendo las formas poéticas que ha acumulado la cultura literaria. Lo difícil es tratar de escribir con tal o cual decoro, o de plantear un proyecto un tanto ambicioso, desconociendo tales criterios de escritura poética. Creo que solamente conociendo esos recursos, esos medios, es posible violentarlos, trascenderlos. Es preciso saber la regla para transponerla. En la medida que tengamos conocimiento de la tradición poética y de las escrituras que la han desarrollado, habrá la posibilidad de diferenciarse y generar un proyecto singular en relación al de otros poetas”.
— ¿A qué se debe que en Latinoamérica exista más la tendencia hacia el verso libre que en España?
“Bueno, el verso libre se utiliza tanto en América como en Europa, es decir, hay poetas españoles que también recurren al verso libre y hay poetas hispanoamericanos que recurren a la poesía escrita bajo los criterios seculares. En España, por razones culturales, los autores son más conscientes de los recursos poéticos que ofrece la tradición, lo cual no significa que sean más originales que los autores latinoamericanos, pero sí al menos tienen un conocimiento avezado y escrupuloso de tales aspectos de la cultura lírica.
“En América Latina, sin embargo, tenemos una osadía de componer textos tanto más audaces que los ibéricos. No obstante, tengo la impresión de que las bases formativas de los poetas latinoamericanos de las más recientes generaciones son más endebles que las de los peninsulares, lo cual quizá se debe a que nosotros en América Latina, y por razones obvias, hemos tratado de aclimatar nuestra prosodia de manera independiente, al margen de lo que es capaz de ofrecer la poesía española, la cual posee una tradición poética que se remonta a la Edad Media y el Renacimiento, mientras que la poesía hispanoamericana en lengua española se remite a la Colonia, la Ilustración y el Romanticismo; al comportar una genealogía más reciente tiende a ser más actual y menos ligada a los basamentos de la literatura y el idioma”.
— ¿Qué aprendió Jorge Ortega en su paso por España?
“Mi estancia en España me permite cobrar conciencia plena de la historia de la poesía española y entrar a fondo a estudiar sus fundamentos: la poesía medieval, sus orígenes; las jarchas mozárabes, las endechas, formas de la lírica primitiva; los poemas épicos, las obras renacentistas y barroca. Ahí están no solamente las bases de las posibilidades de la poesía escrita, sino también las del idioma. Es cuando uno cobra sentido de que el español no es una lengua creada por generación espontánea, sino una lengua influida tanto por el francés, el italiano, el portugués, el catalán y, desde luego, por el latín, el griego y el árabe. Ésa sería, pues, la gran lección de ultramar”.
— ¿Qué autores de poesía contemporánea te llaman la atención de México?
“Me interesa la poesía de Marco Antonio Montes de Oca, Gerardo Deniz, David Huerta, Coral Bracho, Luis Cortés Bargalló, Antonio Deltoro, José Luis Rivas, por mencionar autores nacidos en los años 30s, 40s y 50s. Y poetas más cercanos a mi generación biológica: Jorge Fernández Granados, Julio Trujillo, Luis Vicente de Aguinaga, María Rivera, Luigi Amara. Poetas cuyo lenguaje, cuya óptica y manera de escribir guarda afinidades con la poesía que me plantea desafíos. Una poesía que me depara revelaciones, el grado de misterio y hermetismo que cualquier propuesta poética debe tener, a mi parecer”.
— ¿Qué escribes actualmente?
“Trabajo paralelamente en tres proyectos bajo los auspicios del Sistema Nacional de Creadores, del cual soy miembro desde 2007. Me concedieron la beca ese año y mi propuesta fue desarrollar simultáneamente, a modo de experimento, tres proyectos de libro distintos. Uno de ellos consiste en concluir y tratar de perfeccionar un volumen de poemas que medio escribí en España acerca de diversos lugares que visité, una especie de itinerario geográfico del continente europeo. No se trata del frívolo poema turístico, sino de aquel que busca niveles de significación dada la importancia espiritual y afectiva del sitio visitado.
“Otro proyecto es un conjunto de poemas que exhiben ya una decantación de mi poesía, una purificación del cuerpo textual que de alguna manera será un parteaguas en mi escritura presente y pasada, centrada en la proliferación de la imagen, pero también de la palabra, el verbo que tiende a desbordarse en términos espaciales y connotativos. Es un proyecto que exhibe un adelgazamiento del poema que no había visto nunca en mis libros, donde trataré temas elementales de la tradición poética: el tiempo, la materia, la transformación de ésta, la metamorfosis de las cosas. Será un poemario influido tanto por la ciencia como por la mística.
“Y un tercer proyecto es desarrollar un poemario a modo de diario, recurriendo a la prosa poética, el aforismo, la cita, el epígrafe, planteando un diálogo entre mis lecturas y mis poemas. Son proyectos que están apenas en proceso gestativo y que espero acabar en 2010”.
— ¿Algo que desees aconsejar a los nuevos poetas?
“Es importante, al margen de cómo escriba uno, tener conciencia de las maneras de hacer poesía que han existido a lo largo de la historia, de la literatura, de la lírica, tanto occidental como oriental, para trascender esos mismos criterios con un nuevo lenguaje, una nueva poética. Si vamos a declarar la expiración del sistema métrico, vamos haciéndolo teniendo noción de él, porque si lo hacemos de forma inconsciente o ignorando tales o cuales procedimientos, terminaremos cayendo en oportunismos. Hay que tener conocimiento de las formas de escribir para escribir como uno quiera. Es el pasaporte a la libertad y a la originalidad”.
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