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Un inquietante y temible servidor de la belleza
El artista Jan Fabre instala en Madrid su radical apuesta por la 'performance'
Por: ISABEL LAFONT - Madrid - 06/11/2008
El artista Jan Fabre (Amberes, 1958), practicó hace unos meses su "terrorismo poético" en el Louvre. En tan venerable espacio instaló sus esculturas y realizó una performance titulada Homenaje a Jacques Mesrine (El arte me mantuvo fuera de la cárcel). Louvre 2008. En esa acción, Fabre se metió en el papel del famoso ladrón, contrabandista, asesino y escapista, que llegó a ser considerado enemigo público número uno de Francia. Cambió de disfraz varias veces, como hacía el Mesrine original para protagonizar sus increíbles fugas y, al final, cayó abatido a tiros por la policía "con el mismo número de balas" que mataron al popular delincuente en 1979. "Los tres temas de esa performance eran la huida, la metamorfosis y el amor", dice el artista. Se trata de una de las principales referencias del arte conceptual actual y así se explica en conversación telefónica, días antes de inaugurar en la galería Espacio Mínimo de Madrid la exposición titulada La huida del artista. En ella se estrenará la película de 45 minutos que resume la performance del Louvre. También se mostrarán ocho fotografías de la misma acción, 21 nuevos dibujos del artista y una inquietante escultura autorretrato de Fabre.
"La performance del Louvre me dejó exhausto mental y físicamente", recuerda. ¿Y qué busca un artista en los límites de su propia resistencia? "Hacer que mi cuerpo sea vulnerable y verdadero. La verdad sólo se encuentra en situaciones extremas, tanto psicológicas como biológicas". El cuerpo y la mente contra las cuerdas. Como hace cuatro años, cuando realizó en el Palais de Tokio de París una performance con Marina Abramovic, otra artista que usa su cuerpo como materia prima de sus acciones. Los dos se enfrentaron durante cuatro horas en una cápsula de vidrio en la que, primero protegidos por una armadura de metal diseñada por Fabre y luego desnudos, practicaron el culto al sacrificio y al perdón, hiriéndose mutuamente con armas de metal y comunicándose con el público mediante mensajes escritos con su propia sangre. "Para mí, una performance es una perforación en mí mismo en la que me hago preguntas y aterrorizo mi mente y mi alma de forma poética", indica.
Pero... ¿de qué escapa Fabre? "Siempre estoy en movimiento, en constante cambio, nunca llego a un punto final como artista. Elijo sistemáticamente la experimentación y la investigación. Quizás huyo del mundo del arte, que le hace a uno muy civilizado, muy limpio", precisa. La obra de Fabre se empapa con su obsesión por la metamorfosis. De ahí su pasión por los insectos. Una de las obras más llamativas de cuantas se expusieron en el Louvre era un autorretrato de Fabre como un gusano. "Los insectos son el símbolo de la metamorfosis, el puente entre la vida y la muerte", señala. Y los medios, performance, pintura, escultura, fotografía, vídeo, no son más que sus instrumentos. "Yo soy un servidor de la belleza y elijo el mejor medio para la idea que tenga. Es el contenido el que define el medio", dice un artista que se autodenomina "consiliente" y lo explica a su propia manera: "Es cuando observas el movimiento de un insecto y del ser humano y llegas a la conclusión de que es lo mismo".
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