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Eduardo Di Mauro y el TEMPO: contagio de ilusión

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Cuando se nos ha nombrado el Teatro TEMPO, lo hemos asociado con un grupo de artistas y actores que nos vino de otras latitudes a darnos muestras del sentido y significado del entretenimiento a través de las marionetas y títeres. Pero cuando nos acercamos al TEMPO, lo que encontramos es otra cara; un espacio de entretenimiento y de formación, en el cual los niños y adultos encuentran una morada para el enriquecimiento cultural, así como el trato abierto y cordial, de artistas locales, no sólo latinoamericanos, identificados con su rol, pero desprendidos de cualquier atadura burocrática, ampliando a la profundidad de lo fantástico la razón de ser de ese espacio ya símbolo y emblema de la guanareñeidad.
En lo que tiene que ver con las actividades del TEMPO, en él se dan acciones que vienen de tiempos inmemorables. Los orígenes del teatro de títeres propiamente dicho, se remontan, probablemente, a 30.000 años en la historia. Las marionetas han sido utilizadas desde el período prehistórico para transmitir ideas y conocimientos en las sociedades humanas; algunos historiadores afirman que el teatro de títeres precede al teatro de actores, posición que nos hace valorar aún más la labor del TEMPO. Hay evidencias de figuras de madera articuladas movidas por hilos halladas en tumbas egipcias y datadas en el año 2000 antes de Cristo.
Actualmente, desde principios del siglo XIX, el teatro de títeres asume el arte de las marionetas que despertara personalidades como Heinrich von Kleist, Sergei Obraztsov, Edward Gordon Craig, Lorca, Picasso, Paul Klee o Leger, entre muchos otros. Las marionetas asumen el protagonismo en diversas presentaciones no limitándose a un escenario especialmente de teatro, sino que tiene la flexibilidad de expandirse en todos los espacios de la sociedad (escuelas, calles y plazas).
Ese teatro de títeres y marionetas, asume numerosas técnicas para construir historias y sueños. El teatro de títeres, al igual que otras artes, es parte vital de la cultura de los pueblos. Asumiendo esta conducta, en 1951, los hermanos Eduardo y Héctor Di Mauro, en Córdoba, Argentina, dieron vida al Teatro de Títeres “La Pareja”, uno de los pioneros en América Latina y, por la figura allí de Eduardo Di Mauro, un primer antecedente de lo que sería el TEMPO en Portuguesa.
En 1953 los integrantes del teatro se dividen en dos elencos, uno bajo la dirección de Héctor Di Mauro, el cual se mantiene en Argentina, con sede en Córdoba y el otro elenco, dirigido por Eduardo Di Mauro, quien en 1976 llega a Venezuela donde se relaciona con el ambiente cultural y comienza a hilar fino para promover su talento.
Pasarían diez años para que los diversos sectores culturales venezolanos asumieran el proyecto de Di Mauro, y en 1986, funda el Teatro TEMPO de Guanare, el cual inaugura con una gira por Latinoamérica, siendo el primer ingrediente que caracterizaría el trabajo artístico del TEMPO, es decir, la multiculturalidad en el conocimiento del teatro de títeres.
Hoy en día, el TEMPO es una Escuela latinoamericana que profesionaliza y sirve de vía para traer a nosotros el cause de saberes de quienes hacen del títere y la marioneta, un símbolo para comunicar esperanza, felicidad, vida.
El TEMPO significa para los guanareños, en un sentido general para Portuguesa, Venezuela y el mundo, un exponente de cultura y educación. Los títeres articulados por los artistas del TEMPO, poseen un singular magnetismo; son muñecos mágicos que están presentes en el realce de la localidad, de las historias cotidianas de las gentes; se aprecia una variedad de formas, así como la conjunción, y esa es creación de Di Mauro, de obras enmarcadas en los valores de diversas culturas que manifiestan su identidad y peculiaridades en un tono universal.
Los temas tratados en la escenografía y montaje de las obras del TEMPO, van de Oriente a Occidente en formas mágicas, rituales religiosos o en su vertiente artística; se rescata la tradición y se combina con las experiencias de Wayang de Indonesia, Karagoz de Turquía, el teatro de sombras en China y en la India, el Bunraku de Japón, los títeres acuáticos de Vietnam, los muñecos de madera del África negra, las serpientes títere de los indios hopi en Arizona, los pupi sicilianos con sus armaduras doradas, el guignol lionés, marionettes, puppets, titelles, bululú, cristobicas, títeres de cachiporra…, entre otras.
Los artistas del TEMPO, ya sean a través del guante, manopla, varilla, ejes, silueta, marote, títere de hilo o marioneta..., manipulados directamente o con técnicas que pueden llegar a la más alta sofisticación, proyectan amores y odios, pasiones y deseos, utilizando en muchos casos un lenguaje vivo y directo, porque incluso las palabras groseras adquieren ingenuidad y frescura dichas por muñecos que miman el encanto de esta viejísima farsa rural.
Sin duda, si el trabajo del TEMPO fuera apreciado por Federico García Lorca, poeta español del siglo XX, quien se sintió muy atraído en su época por los títeres y los destacó como expresión de un teatro vivo y esencial, hubiera dejado constancia del significado psicológico y educativo del proyecto de Di Mauro que ya dejó de ser de él, se ha ceñido a las parroquias, a los caseríos, a los pequeños tesoros que habitan esta tierra llanera.
Como opción recreativa, el TEMPO va en ascenso creciente y, muy en particular, han atraído la atención del común de los ciudadanos, de las niñas y niños de una manera muy intensa y especial, porque como logré escuchar en una de estas tantas funciones, el espíritu del TEMPO es vencer el desafío de expresar en un rostro petrificado todo lo que su papel les exige; es decir, consiguen manifestar los sentimientos humanos primordiales e incluso, atreverse con nuestras más hondas emociones en espectáculos de lograda expresividad.
Los testimonios de este arte que nos ha invadido por más de veinte años, abundan, así como los textos concebidos para los espectáculos locales, a pesar que la norma vista en los teatros de títeres del mundo, es a no ocuparse tanto del guión, dado que la importancia del guión ha tenido un espacio restringido en un teatro básicamente popular abierto a la improvisación, pariente de la Comedia del Arte, destinado más a ser presenciado con participación que a ser escuchado con atención.
Sin embargo, Di Mauro ha buscado promover la creación de obras y por ende ha establecido un lazo directo entre el espectáculo y la literatura, porque no se ha quedado sólo en la adaptación, sino que hay y prevalece creación de nuestros titiriteros. Muchos de los textos son elásticos y se adaptan a las circunstancias de cada localidad, sin un respeto escrupuloso al diálogo dramático escrito, pero prolifero en argumentos, en grandes líneas, el TEMPO ha creado los personajes arquetípicos que van consolidando en su quehacer bajo una transmisión oral de emociones.
Así pues la literatura, en el caso del TEMPO, existe y se desarrolla entre los que se cuentan los famosos sainetes de una obra conocida y la vertiente popular de la que se han nutrido y alimentan sin pausa los propios titiriteros para sus espectáculos.
A todas estas, si nos toca hablar del TEMPO como ejemplo de una organización cultural éxitosa, con trayectoria y referente latinoamericano, también hay que hablar de la seducción y la motivación que este teatro local, de la mano de Eduardo Di Mauro, ha proyectado al colectivo; no sólo por el espectáculo que ha permitido involucrar a las nuevas generaciones con el arte y la estética de la escenificación, sino por hacer del teatro de títeres, desde los textos escritos para el género y desde los dedicados de manera expresa al público infantil, versiones humanas personificadas por muñecos que dibujan en cada acto, los ojos profundos de un sureño que nos contagió de ilusión…

1 comentarios:

Anónimo dijo...

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